La firma alemana se negaba a pagar el canon y en estas nació Fly, el primer balón oficial de la Liga Española, calificado por su diseñador, Saturnino Merino, como “el más esférico del mundo”. Ahí es nada.
Cualquier balón estaba compuesto por 32 hexágonos, Fly tenía una compleja estructura de 12 pentágonos, 20 triángulos y 30 cuadrados. Un galimatías geométrico que le conferían esa curvatura extra. Además estaba cosido por los presos de algunas cárceles de Valencia.
La Liga de Fútbol Profesional era un organismo con apenas cuatro años de vida y no tenía ni la entidad, ni el poder con el que cuenta hoy en día.
Sus recursos eran muy escasos y, aunque pueda parecer imposible pensando en clave actual, no tenía potestad para negociar los derechos televisivos, ni existía el pago en concepto de patrocinio por el material deportivo.
Un mercado por explotar
Saturnino Merino ofreció 60 millones de la antiguas pesetas, que suponía alrededor del 60% del presupuesto de la LFP por la utilización de su balón Fly. Un negocio redondo a todas luces.
Los problemas no tardaron en llegar. Tras la disputa de las primeras jornadas del campeonato se sucedieron las críticas de futbolistas y entrenadores, que se agudizaron con la llegada del otoñó.
Al ser de piel natural era muy porosa, unido a la enorme cantidad de costuras provocaba que con la llegada de las lluvias absorbiese mucha agua, convirtiendo a Fly en un balón tremendamente pesado.
Cuando no había lluvia el problema era el contrario, su ligereza provocaba los efectos más extraños vistos hasta la fecha en el fútbol español. Un absoluto desastre vaya.
El boicot de los clubes a Fly solo pudo ser frenado por la amenaza de duras sanciones por parte de la LFP.
Desde Mery Sport insistieron en que todo era una campaña de desprestigio de las grandes firmas al mismo tiempo que fueron incapaces de hacer frente a las mejoras necesarias. Antes del final de temporada quebró y sus balones desaparecieron de los terrenos de juego.
Aunque en la práctica la puesta en escena del primer balón oficial de la Liga Española fue desastrosa sirvió para trazar las líneas de un jugoso mercado aún por explotar y los organizadores se vieron facultados para cobrar a las marcas por el uso de su material deportivo.