Es más, el deporte en el que se popularizó esta expresión no usa pelota. La herramienta principal es una bicicleta. Exacto se trata de ciclismo.
Y lejos de lo que podamos pensar no es nada deshonroso. Es un título que nació junto al Tour de Francia en 1903, del francés Lanterne Rouge, haciendo referencia a las luces rojas situadas en la parte trasera del último vagón de los trenes que servían para identificar a simple vista que el convoy estaba completo.
Así el primer “farolillo rojo” en la historia de la vuelta ciclista por etapas más prestigiosa fue Arsène Millocheau, que finalizó la carrera 64 horas, 57 minutos y 8 segundos por detrás del ganador Maurice Garin.
En este deporte individual, los gregarios se sacrifican por su equipo y, hacen el “trabajo sucio” para lograr la victoria de su líder sin importarles su propia clasificación. El belga Wim Vansevenant fue un pasito más allá. Se empeñó en ser último y logró el “farolillo rojo” en tres ediciones consecutivas del Tour de Francia entre 2006 y 2008.
Sin en el Tour de Francia es un honor porque pese a quedar último significa que has logrado la hazaña de terminar una durísima carrera, en fútbol si es sinónimo de algo negativo, ya que, el “farolillo rojo” desciende o queda apeado de una competición en la fase de grupos.