Le apodaban “Iceman”. Un fino estilista del balón. El rey de los controles, parecía tener un imán en sus botas para atraer el balón.
Cuando la pelota se aproximaba a Dennis Bergkamp, el holandés congelaba el tiempo y la adormecía para sacarle una ventaja vital a sus oponentes.
El caso perfecto para ejemplificar esta cualidad del ariete holandés bien puede ser la jugada frente a la albiceleste en el Mundial de 1998.
Kluivert adelantó a la Oranje en los primeros instantes del encuentro. A toda velocidad igualó la contienda el “Piojo” López.
El partido parecía abocado a la prórroga, pero ahí apareció “Iceman”. Minuto 89. El balón largo de Frank de Boer sobrevuela todo el Vélodrome de Marsella. El “8” la pincha como si nada.
Con otro toque deja en la estacada al feroz Roberto Ayala y bate con el exterior a Roa. El gol de Bergkamp a Argentina es pura poesía.