Cuenta Margarita Luengo que a ella no le gustaba el fútbol, pero la única forma de verse con su novio Dionisio, acérrimo hincha del Atlético de Madrid, era acudir los domingos al Estadio Vicente Calderón, aunque ella no solía prestarle demasiada atención a lo que sucedía sobre el césped.
Poco a poco los colores rojiblancos fueron calando en ella y se convirtió en una aficionada más. Desde ese preciso instante nunca más quiso abandonar su butaca cercana al córner derecho del fondo sur.
Así llegó al 28 de enero de 1996, la fecha en la que entró en la historia del equipo de sus amores. En la previa de un duelo entre el Atlético de Madrid y el Athletic Club, Margarita y Dionisio pararon en el bar de una peña.
Allí vio un ramo de claveles sobre la barra y le pidió cuatro al camarero. Éste le preguntó el motivo y ella respondió que ese sería el número de goles de su equipo aquella fría tarde de invierno y lo celebraría lanzando una flor por cada uno de ellos.
Dicho y hecho. Los colchoneros vencieron 4-1 y los cuatro claves terminaron sobre el césped del estadio en las celebraciones de los goles de Kiko, Pantic (su jugador favorito), Penev y Biagini.
Nace una tradición
En su siguiente visita a la ribera del Manzanares desde Talavera de la Reina fue cargada con un ramo de flores y, pidió a un recogepelotas que lo depositase junto al banderín de córner.
Unos cuantos partidos más tarde Milinko Pantic apartó el ramo con un mal gesto antes de botar un saque de esquina. Margarita siguió con la tradición, pero el siguiente domingo añadió una nota: ”Por favor Milinko no los tires. Estos claveles son en tu honor”.
El centrocampista serbio leyó aquellas palabras y quiso conocer a Margarita. Le pidió disculpas por el gesto y dos años más tarde al partir del Calderón le regaló la camiseta que utilizó en su último partido como rojiblanco.
Margarita prometió a Pantic que siempre depositaría el ramo de claveles en aquel córner. Y así fue hasta el derribo del Vicente Calderón. Doce claveles rojos y otros tantos blancos junto al banderín. Y tras la mudanza al barrio de Rosas la tradición continúa en el Metropolitano.
Sólo faltó una vez a la cita. Un único día dejó el córner huérfano de flores. Aquella jornada el ramo fue para un amigo que falleció antes del partido. Incluso durante la pandemia continuó con la tradición. El capitán colchonero realizó una videollamada desde el césped del Metropolitano y juntos en la distancia colocaron las flores.
Ahora su marido Dionisio no puede acudir a ver al Atleti por prescripción médica, debe cuidar su corazón, pero Margarita sigue fiel a su cita.
Una historia de amor interminable. Más de 50 años siguiendo a su equipo allá por donde ha ido. Porque por mucho que se empeñen algunos el fútbol es mucho más que 22 jugadores corriendo detrás de una pelotita.