En zona de la desembocadura del río Miño ,conocida popularmente como “a raia mollada” y en la frontera con Portugal, denominada “a raia seca”, había tráfico ilegal de alimentos, medicamentos, gasolina y alcohol en los años de la posguerra.
Rápido se dieron cuenta de que el producto más lucrativo era el tabaco. Por toda Galicia se comercializaban los cigarros que previamente habían ocultado en bateas junto a mejillones, ostras y almejas.
Era un negocio redondo. Rentable y con riesgo mínimo, ya que, el contrabando sólo estaba penado como una falta. A estos contrabandistas de tabaco se les conocía en la zona como “señores do Fume”.
Expandiendo el negocio
Uno de aquellos “señores do Fume” con apariencia de galán de novela, Cecilio Lorenzo Villa, se hizo con la presidencia del Celta de Vigo en 1959. Juntó a él entró a formar parte de la directiva Vicente Otero “Terito”, otro de los grandes capos del contrabando gallego.
También fue parte de aquel equipo directivo Venancio González “Capitán Veneno”. Un auténtico icono del Celta.
Vistió la camiseta celeste durante 15 temporadas y su apodo se debía al ímpetu y coraje que derrochaba subiendo la banda derecha. A esto se le sumaba un carácter aguerrido que le jugó más de una mala pasada.
En una ocasión, se enfrentó a un espectador que le estaba increpando. Le arrebató el paraguas y lo utilizó para resolver sus discrepancias sobre el terreno de juego.
Los celestes no pasaban por un buen momento en lo deportivo y sufrían una grave crisis económica. Esa temporada bajaron a Segunda tras 14 años en la máxima categoría del fútbol español.
Jugadores y técnicos comenzaron a viajar en un moderno autobús de la marca Dodge, que solía transportar cajas de tabaco rubio para vender al público de Balaídos. De ahí se le conociese como el Celta de Marlboro.
El nuevo presidente, que había sido piloto en el bando republicano, gustaba de marcarse piruetas con su avioneta mientras se disputaban los partidos en el campo vigués. El colmo del surrealismo.
Los objetivos de la nueva directiva eran sanear las cuentas del club y formar un proyecto deportivo para lograr el ascenso. Lo primero lo consiguieron, en la faceta deportiva no tuvieron tanta suerte.
Sueño frustrado
En la 59-60 quedaron segundos a tan solo dos puntos del Racing de Santander que ascendió de forma directa. En la promoción se vieron las caras con el Real Valladolid.
El partido en Vigo terminó en empate. Todo quedaba pendiente para la vuelta en Zorrilla una semana después. Allí los pucelanos vapulearon a los “celtiñas” por 5-0.
No iban a cejar en su empeño por recuperar su sitio en la élite. La temporada siguiente volvían a quedar segundos, esta vez por detrás de Osasuna.
Su rival por un puesto en Primera fue un Real Oviedo que ganó por la mínima en el Carlos Tartiere y arrancó un empate a dos en Balaídos. Los celestes se quedaron de nuevo con la miel en los labios.
En apenas 3 años al frente del club, pasaron por el banquillo hasta 4 entrenadores. El argentino Enrique Lúpiz estuvo solo cuatro jornadas al frente del equipo. Le sustituyó Baltasar Albéniz que también había ocupado el banquillo en la década de los 40.
Otro viejo conocido de la afición celeste, el legendario Ricardo Zamora formó tándem con otro icono del club, “Yayo” Sanz, para dirigir al equipo durante la promoción de ascenso. Éste último se haría cargo del equipo en solitario durante la siguiente campaña.
Tras los dos intentos frustrados de ascenso la directiva dimitió en bloque el 26 de enero de 1962. Los celestes se quedaron sin su “patrocinador” encubierto y pasaron su particular travesía por el desierto hasta recuperar la máxima categoría en 1969.