Esto daba lugar a lo que se denominaba “clan” o algo similar. Solían venir tras una competición de combinados nacionales, que servía de escaparate para algunos buenos jugadores aún desconocidos más allá de las fronteras de su país. Pensad que no había Youtube, ni RRSS, herramientas básicas para los cazatalentos o los «Monchis» de hoy en día.
Tenemos infinidad de ejemplos; los Zaraguayos, los holandeses del Barcelona, los rusos del Racing y así un larguísimo etcétera. Hoy quiero recordar al llamado Cártel de Pucela.
El fundador o creador de este clan es sin duda “Pacho” Maturana. Lo había ganado todo con Atlético Nacional, su equipo talismán como jugador y entrenador.
Pucela con sabor a café
Su trabajo le catapultó a la selección cafetera, donde desplegó un gran fútbol en el Mundial de Italia ’90. Tras su disputa, este odontólogo ficha como entrenador de un recién ascendido Real Valladolid (90-91).
En esos momentos le tildaban de filósofo y sus prácticas de profesionalización hablaban más de una forma de vida que de cuestiones tácticas. Les prohibía ir a prostíbulos, por ejemplo.
Su juego, era una versión sudamericana del fútbol de Arrigo Sacchi, su inspiración, y entrenador de aquel AC Milan que asolaba Europa con un fútbol táctico, preciso y metódico, como si hablásemos casi de una ciencia exacta.
Por cierto Maturana mantiene a día de hoy una gran relación con su “gurú”, con quien organiza unas jornadas futbolísticas con otros entrenadores para hablar de la materia. Su sistema era conocido como “Línea Maturana”.
Esa primera temporada en Pucela, no participa apena en la confección del equipo y solo consigue atraer a su primer compatriota, Leonel Álvarez.
Éste, era la estrella del Atlético Nacional que había dirigido Maturana anteriormente (campeón de Liga y de la Libertadores) y se convertiría en la avanzadilla de la expedición colombiana en Zorrilla.
Nace el Cártel de Pucela
Se dice que “Pacho” Maturana llegó a un acuerdo con el Real Madrid antes de finalizar esa primera campaña, ya que, la mala situación del equipo propició el acercamiento al técnico de moda.
Los acuerdos no llegaron a buen puerto porque Radomir Antic, había cogido los mandos a mitad de campaña (4º entrenador esa temporada) logrando cambiar la dinámica del equipo y consiguiendo 19 puntos de 20 posibles, que le valieron la renovación.
En base al preacuerdo, se dice que el Real Madrid optó por indemnizar a Maturana y este lo rechazó. Rechazando también el puesto de manager del club.La temporada siguiente (1991-1992) se funda lo que denominamos “El Cártel de Pucela”, a Leonel Álvarez, se sumaron René Higuita y Carlos “El Pibe” Valderrama.
En la época se bromeaba sobre la inyección económica que supondría esto para los peluqueros de la ciudad. La broma hace referencia a la cantidad de pelo o melenas que había en la plantilla.
El equipo contaba con otros jugadores que darían mucho que hablar más adelante, pero aún no destacaban especialmente como; Caminero, Vicente Engonga, Santi Aragón u Onésimo.
Talentosos y anárquicos
René Higuita era un portero intrépido, de esos que le gusta jugar con los pies, tan valorados en la actualidad. Destacaba por su fútbol expeditivo y lo excéntrico de su personalidad.
Se dice que su forma de jugar propició los cambios en el reglamento, la denominada “Ley Higuita” que no permitía devolver el balón al portero para que jugase como un jugador de campo más.
Recaló en Valladolid tras haber ganado todo con Nacional de Medellín, siendo la estrella en la final de la Libertadores, atajando 4 penales y marcando el suyo. Destacó por su capacidad anotadora, siendo uno de los máximos goleadores históricos entre los porteros y reconocido entre los mejores guardametas.
No puedo evitar poner este vídeo para que los que no le conozcan se hagan a la idea de lo que fue…
Desde Montpellier llegó Carlos Valderrama, que había saltado el charco tras designarle mejor jugador de Sudamérica en 1987.
En Francia, “El Pibe” no tendría mucha suerte por lo que su salida no fue difícil. Valderrama era un volante talentoso, de esos que tratan bien el balón.
Actualmente es el único jugador colombiano entre los 100 mejores de la historia. Era fácilmente reconocible por su melena rubia rizada, por lo que se puso de moda que los aficionados asistiesen a los encuentros con pelucas rubias, a su imagen y semejanza.
Las aspiraciones de los vallisoletanos eran bastante altas, dada la calidad de la plantilla y se marcaron como objetivo jugar en Europa. Aquel sueño pronto se tornó en pesadilla.
La desintegranción
El importante desembolso económico que supusieron las estrellas cafeteras parecía una gran inversión inicialmente, al convertirse los blaquivioletas en le segundo equipo de Colombia en seguidores. Al poco tiempo los resultados del equipo les pusierono los pies en el suelo.
Higuita, encadenó error tras error, lo que generó problemas de inseguridad en un portero que precisamente destacaba por su personalidad. Famoso se hizo el cántico “Higuita, pásame un gramo… Higuita, pásame un gramo…”
Valderrama, creador del equipo, no daba con la tecla y su juego lento y predecible desquiciaba a Zorrilla. Los aplausos se tornaron en silbidos, el problema siguió creciendo y los resultados no llegaban.
Ante tal situación de tensión “El Odontólogo” planeó alinearles solo fuera de casa, pero antes de llegar esta “solución” Higuita abandonó el equipo a mitad de esa temporada y al poco tiempo Leonel y “El Pibe” eran expulsados por insultar al colegiado en el Camp Nou, antes de la media hora de juego.
Como colofón, se descubrió que los jugadores no cobraban regularmente por la mala situación económica del club, siendo la desigualdad salarial generada por las estrellas el origen del problema. Esto se llevó por delante a la directiva.
Leonel Álvarez, a pesar de estar ya consolidado en el club, tampoco se libró de la quema… Maturana fue destituido y el equipo descendió a 2ª división.
El 8 de septiembre de 1991 se jugó en el Bernabéu un Real Madrid vs Valladolid, en el que venció el conjunto local por 1-0.
Lo de menos en aquel partido fue el resultado, ni quien marcó aquel tanto. El encuentro será siempre recordado por la siguiente escena. No me negaréis que siempre nos roba una sonrisa.