Por algún lado he leído que es la primera revolución en la historia de la humanidad que inician los ricos. Y no les falta razón.
No es menos cierto que el fútbol requiere de un cambio, algo que UEFA y FIFA tampoco han sabido hacer por tener como único objetivo contentar a los más ricos, justamente esos que ahora se han rebelado.
Aquellos que enarbolan la bandera de “Robin Hood” solo tienen un interés en todo esto, el suyo propio. Nada más.
Culpan a la pandemia de que sus bolsillos hayan perdido algo de grosor durante el último año, pero hay que hacerse una pregunta ¿Si los clubes más humildes ahora tienen mejor sus cuentas que hace un año no será porque no han fichado en una acto de autocontrol, de mera supervivencia?
En su constante huida hacia delante los más pudientes nos dan la vuelta a la tortilla y según ellos que cuentas gocen de mala salud no se debe a que hayan dispendiado sin control. Recordemos que poco antes de la llegada de la pandemia el mercado estaba en su punto más alto y asistimos a los fichajes más caros de la historia.
En ese juego de doble moral tras el anuncio con nocturnidad y alevosía de la Superliga europea, con la que llevan décadas amenazando, los fundadores mencionan la solidaridad con los que menos tienen y que esta medida salvará el fútbol.
Nos robaron el fútbol
Perfecto, cuando estos clubes con sus bolsillos llenos quieran fichar a cualquier jugador de otro equipo que no forma parte de su élite, no tendrán más que sacar el fajo de billetes. Solidaridad ninguna.
Y voy más allá, cuando los clubes grandes son más fuertes no significa que el resto de equipos de la Liga se empoderen. Todo lo contrario. Las diferencias en todos los campeonatos europeos se han acrecentado en la misma medida que los más poderosos han ensanchado su cuenta bancaria
Es obvio que desde la llegada de la profesionalización en 1885 el panorama ha cambiado y mucho, en todos los sentidos. Pero no es menos cierto, que la esencia del juego es la misma y con esta medida están robando lo poco puro que le quedaba.
El sentido de pertenencia, la ilusión de plantarle cara al más fuerte con tus humildes herramientas. Les arrebatan el derecho a soñar. Se quedan sin objetivos en un mundo en el que Goliat ordena que David ya no tiene cabida.
Además no deja de ser una competición semicerrada, en la que los fundadores siempre tendrán su hueco asegurado, dejando de lado la meritocracia y generando la falsa ilusión de que dejarán a los más modestos sentarse en su mesa. Demagogia pura y dura.
Crónica de un negocio anunciado
Hace 30 años vimos como la Ley Bosman simple y llanamente reventó el fútbol sudamericano y todo lo que queda fuera del radas de las grandes Ligas, además de tirar por tierra el sueño de miles de canteranos que ya nunca llegarán porque interesa más fichar a no se quién, con no se cuál jugosa comisión.
Ahora en Europa nos pegamos un tiro en el pie y cedemos una vez más al capricho de los más poderosos que ganarán más expoliarán las plantillas de los humildes. Exacto como ahora pero multiplicado por mil, tanto como crece su poder.
En cierta medida dudo de que se le pueda seguir llamando fútbol. Para ellos somos clientes a los que nos venden un espectáculo y nos pondrán el caramelo de los grandes partidos para seguir haciendo caja.
Cualquier visión romántica de este deporte ya no tiene cabida en la élite y los valores asociados a este deporte, como no dan rentabilidad quedan para siempre desechados.
No es algo actual, transigimos con muchos cambios que ya nos indicaban que querían exprimir la gallina de los huevos de oro sin miramiento alguno.
Transigimos con los cambios de horarios porque en no se qué país siguen mucho nuestra Liga, las directivas de los clubes exprimen a socios y abonados, pero al final hablamos y no hacemos nada.
Permitimos la existencia de clubes estado y que grandes magnates que nada tienen que ver con esa comunidad dirijan nuestros clubes a su antojo y ya como remate dejamos que se lleven el trofeo más bonito de todos a un lugar en el que no se respetan los derechos humanos. Al final mucho “chau, chau”, pero les terminamos comprando todo por muy mal que nos parezca.
¿Quién sale perdiendo?
En esta reflexión final sobre la Superliga europea y sin ningún ánimo de adoctrinar la pregunta más importante que hay que hacerse es ¿Quién sale más perjudicado con todo esto?
Cada persona que esté leyendo este humilde artículo tendrá su opinión. Siempre respetable. Para mí pierden los de siempre. Los aficionados. Sobre todo los que animan a equipos que no se incluyen en esa élite.
Espero que no siga adelante y que UEFA y clubes se sienten para acometer cambios muy necesarios, de lo contrario estamos asistiendo a la muerte del fútbol tal y como lo conocemos.
Cuando los obreros del norte de Inglaterra en el siglo XIX exigieron que les pagasen las horas que le dedicaban al fútbol, ya que, en la fábrica no se hacían cargo trataron de equipararse a los acaudalados “señoritos” del sur que podían permitirse jugar gratis.
Paradójicamente más de un siglo después se da la vuelta a la tortilla y son los ricos los que inician una revolución “robinhoodiense” para proteger sus cuentas y evitar que el fútbol siga siendo un deporte inclusivo. Muy triste.
Aunque desde hace mucho esto sea un negocio, todos los aficionados nos hemos acercado al fútbol a través de los sentimientos, de la pasión por unos colores y eso es de lo poco que no se compra con dinero y, posiblemente algo de lo que no podrán disfrutar las generaciones venideras.
2 comentarios
Para vislumbrar la diferencia entre el fútbol «de verdad» y el moderno, podemos tomar un verdadero «David contra Goliat» como fue el partidazo Juventus-Argentinos Juniors por la final de la Intercontinental 1985. 2 a 2, gran calidad de todos los jugadores involucrados, y el poderoso que sólo puede imponerse en la tanda de penaltis, después de un partido emocionante. La diferencia es que, ahora, los 22 jugadores jugarían todos para la Juventus…
Con el fin del fútbol en abierto y el aumento de los ingresos provinientes de las televisiones, los clubes con más audiencia exigieron un mayor porcentaje (según ellos porque la gente pagaba por verlos a ellos). Este hecho disparó la diferencia de presupuestos entre los 3 grandes y el resto, y la competitividad de la liga desapareció, con permiso del Sivilla únicamente. Las audiencias bajan y los ingresos previsiblemente también lo harán. La Superliga trata de mantener los ingresos de esos clubes con presupuestos desmesurados. Pero, como siempre hacen los ricos, se olvidan de que si los equipos de ciudades pequeñas no son competitivos, no se despierta la pasión por el fútbol de la gente de esos lugares. Por tanto, las audiencias seguirán cayendo y la pasión que antaño despertaba el fútbol en la gente de cualquier lugar de España, también. El fútbol está en coma, pero como mantiene las constantes vitales no se han dado cuenta.