Seguramente la persona más celebre nacida en esta localidad es Agatha Christie y como sus novelas la historia que hoy os vamos a contar tiene grandes dosis de drama.
En la 1986-1987 el Torquay United militaba en la cuarta división inglesa, hasta ese año no había descensos, pero aquella temporada el último clasificado bajaba a la Conference National perdiendo su puesto en el fútbol profesional y certificando prácticamente su desaparición como club.
A la última jornada del campeonato llegaron cuatro equipos inmersos en la pelea por escapar del descenso. El cuarto por la cola era el Lincoln City con 48 puntos, le seguían empatados a 47 unidades el Torquay United y Tranmere Rovers, aunque este con peor diferencia de goles y, cerraba la tabla el Burnley con 46. Todos podían salvarse. Todos podían descender.
La salvación en juego
El Tranmere Rovers adelantó su partido al viernes certificando la permanencia con una victoria. El resto se la jugó el sábado 9 de mayo de 1987.
Plainmoor acogió aquel día el duelo entre Torquay United y Crewe Alexandra, “Los Ferroviarios” llegaban con los deberes hechos y no se jugaban nada pero como quedó demostrado desde el inicio el partido no era un mero trámite para ellos y se marcharon 0-2 al descanso.
En ese momento el Burnley ganaba su partido y el Lincoln City pese a perder mantenía la categoría por la derrota del Torquay United.
Nada más reanudarse el juego los locales recortaron distancias gracias a un lanzamiento de falta de Jim McNichol. Aún había esperanza. Si marcaban otro gol salvaban la categoría condenando al Lincoln al descenso.
Los locales se lanzaron al ataque, pero chocaron una y otra vez contra la zaga del Crewe. A escasos segundos para cumplirse el tiempo reglamentario llegó el milagro en forma de mordisco.
Del drama al éxtasis en Plainmoor
Durante el descanso la policía se había desplegado frente a la tribuna para calmar los ánimos de los encolerizados hinchas locales. Cada agente iba con su correspondiente pastor alemán.
El balón salió de banda junto a Bryn, el héroe inesperado y, McNichol se apresuró a buscarlo para sacar rápidamente. El can creyó que el futbolista iba a atacar a su dueño y le mordió en la pierna.
Se paró el encuentro durante varios minutos para que atendieran al jugador y esto provocó que el árbitro ampliase el tiempo de juego. Pese al dolor McNichol terminó el partido con un aparatoso vendaje en el muslo.
En ese momento apareció el otro héroe del día Paul Dobson. Robó la pelota dentro del área a un incauto zaguero del Crewe y su disparo se coló en la portería rival. 2-2. El Torquay United se había salvado.
Desde aquel día el can que con su mordisco brindó unos cuantos minutos más al equipo para obrar el milagro es un icono más de la ciudad. No hay ciudadano de Torquay que no le recuerde por aquella hazaña que bautizaron como “The Great Escape”.
20 años después el Torquay United descendió a la Conference National, división en la que militan en la actualidad y, pese a ser apodados “Las gaviotas”, su emblema siempre será un perro, Bryn.