Antes vestían el negro, como la Guardia de la Noche en Juego de Tronos. Su cometido es casi igual de arriesgado. En lugar de enfrentarse a caminantes blancos, lo hacen a futbolistas a mil revoluciones, aficionados exaltados y algún que otro presidente encolerizado.
Más de 100 años de fútbol con el encargado de impartir justicia vistiendo el negro, hasta que 1994 trajo la revolución del color al mundo del arbitraje.
En la actualidad les podemos ver con todo tipo de equipaciones, a cuál más estridente: azul eléctrico, verde, amarillo… hasta rosa. Cosas de los tiempos.
En la Premier comenzaron a vestir de verde, meses después el Mundial de EE.UU. trajo la algarabía de tonalidades. La justificación. Había que ver al árbitro en la tele ¿Qué pasa que antes no se le distinguía?
Colores a parte lo cierto es que hay que tener bemoles para querer ser árbitro. Eres el invitado no deseado en todos los campos, las aficiones te abuchean y te premian con sus “mejores” lindezas verbales.
Por no hablar de los colegiados de categorías inferiores o ligas amateur. Eso sí que es un ejercicio de valentía.
Dos apellidos, por favor
Ahora los conocemos por sus dos apellidos, pero hubo un tiempo en que no era así ¿Qué motivó este cambio?
A comienzos de los 70 en plena dictadura franquista los trencillas (conocidos así por la indumentaria que vestían en los albores del fútbol) eran nombrados por su nombre y primer apellido.
Cosas del destino. Uno de los colegiados más emblemáticos de la época se llamaba Ángel Franco Martínez.
Tras una desafortunada actuación en la ciudad condal, la prensa lanzó titulares como: “Franco es muy malo”, “Injusto Franco en Barcelona” o “Franco se cargó el partido”. El régimen no podía permitirlo.
¿Cuál fue la decisión? Pues como en otros ámbitos de la vida de aquella época, la censura entro en juego. Todos los árbitros debían ser nombrados por sus dos apellidos en los comentarios y la prensa. Sobre todo el señor Ángel Franco Martínez.
Seguro que en la mente de muchos de vosotros todavía resuenan los Ansuátegui Roca, Daudén Ibañez, Brito Arceo, Mejuto González, Japón Sevilla o Prados García.
Apellidos que quedaron en nuestra memoria y a los que tenemos mayor o menor simpatía según se “portaron” con nuestros equipos.
Referente del arbitraje español
Franco Martínez era el árbitro más destacado del fútbol español, pero hasta la muerte del caudillo no dirigió ninguna final de Copa ¿Por qué?
Nadie le dio una razón concreta, pero hubiese sido más que curioso oír insultos a un árbitro con semejante apellido con el dictador presente en el palco ¿Casualidad? Lo dudo.
Volviendo al bueno de Franco Martínez. Este colegiado murciano tuvo unos inicios más que notables que provocaron su meteórico ascenso a la Primera División, donde arbitró 17 temporadas entre 1969 y 1986.
Entre sus grandes logros figura dirigir tres finales de Copa del Rey; la de 1978 que enfrentó a Barcelona y Las Palmas; la de 1980, la única que ha enfrentado a un equipo contra su filial, Real Madrid contra el Castilla.
Su último gran partido fue el conocido como la Batalla del Bernabéu. Esa final de Copa terminó con una lamentable pelea entre los jugadores del Athletic Club y el FC Barcelona.
Fuera de España era conocido como Martínez (preferían obviar su primer apellido). Tras la muerte del caudillo y gracias a su buena reputación fue premiado con dos partidos en la Copa del Mundo de 1978.
Una lesión obligada
El episodio más controvertido de su dilatada carrera lo vivió en diciembre de 1970. Fue designado para dirigir un derbi vasco. Hasta aquí todo normal.
Días antes fue llamado por el canónigo de la catedral de Murcia para hablar sobre el partido. Temeroso de una encerrona decidió ir acompañado por el presidente del colegio murciano, Manolo Cerezuela.
Allí se encontraron con un alto representante del ministro de la Gobernación. Resulta que el derbi vasco coincidía en el tiempo con el Proceso de Burgos. Seis etarras habían sido condenados a muerte y el nivel de crispación en el País Vasco iba “in crescendo”.
Al colegiado le recomendaron “lesionarse” ante los rumores de que podía haber trifulca e incluso llegar a atentar contra su vida.
Fingió una dolencia y fue sustituido por un compañero. Franco Martínez no pudo contárselo a su familia, se trataba de un secreto de estado, que desveló años más tarde en una entrevista.
Por él en España los árbitros comenzaron a ser conocidos por los dos apellidos. Fuera de España preferían llamarle sólo Martínez. Cosas de la ideología.
Sea como fuere es uno de los grandes árbitros de nuestro fútbol. Esos personajes tan vilipendiados por prensa y afición, que sin embargo desempeñan un papel vital para el correcto desarrollo del juego.
Un comentario
Es una leyenda que queda como Real pero no es cierta. Ya antes se usaban los dos apellidos para designar a los colegiados. La razón era que había tantos Fernández, González o García que era necesario el segundo apellido para no cometer errores. Sólo hay que buscar en la hemeroteca (por ejemplo) 1967. Todas las designaciones van con los dos apellidos y también las crónicas deportivas.