A comienzos del siglo XX ejercía la profesión de talabartero y era utilero de Nacional de Football por devoción. Se encargaba de que las botas y equipaciones estuviesen listas antes de cada partido, además cosía e hinchaba los balones.
Poco a poco la tarea de mantener la pelota en estado óptimo ganó peso sobre sus otras funciones y su trabajo pasó a denominarse “hinchapelotas”. Nunca mejor dicho, ya que, no existían los infladores y tenía que hacerlo a pleno pulmón.
Entre la infinidad de cambios que vemos a simple vista entre el fútbol de antaño y el actual, en lo que atañe a la grada cabe decir que los encuentros eran particularmente fríos y pocos eran los que celebraban efusivamente los goles de su equipo.
Pasión sin límites
Prudencio Miguel Reyes era todo lo contrario a la serenidad dentro de un estadio, no paraba de animar mientras recorría la banda desgañitándose con su famoso “Nacional, Nacional, vamos arriba Nacional”, que retumbaba por todos los rincones del Gran Parque Central.
Todos le conocían como «el hincha» y hacia gala de ello espoleando sin descanso a los jugadores de Nacional. Tenía que ser un auténtico espectáculo verle en acción.
No tardaron en aflorar los imitadores y su fama fue expandiéndose por todo Uruguay hasta tal punto que el escritor Ricardo Forastiero le dedicó el poema “El hincha de Nacional”.
Era tan popular entre los seguidores del “Tricolor” como Alberto Foglino o Abdón Porte, dos de los grandes ídolos de la época.
Cuentan que su pasión era tal que sobre su lecho de muerte, el 7 de febrero de 1948, pidió a sus hermanos que le hicieran socio de Peñarol por un solo motivo, que no muriese un hincha de Nacional.
Respeto a la hinchada
Afortunadamente su recuerdo ha llegado hasta nuestros días y en 2020 Club Nacional levantó un monumento en su honor en la banda desde la que tanto animó al equipo de su corazón.
Aunque para los que hacen de este maravilloso deporte un negocio, el hincha no tiene más valor que el de un mero consumidor, sin ellos los equipos no son nada.
Sin su aliento y apoyo incondicional no se mantendría todo este tinglado que han montado. Solo hace falta ver los estadios desde que padecemos la maldita pandemia.
Desde Odio Eterno Al Fútbol Moderno recordamos al primer hincha de la historia y ya de paso pedimos que tanto clubes como dirigentes cuiden a los aficionados. No hay título que se acerque al valor que tienen todos y cada uno de ellos.