Esta anécdota sirve para ejemplificar de forma clara y sencilla la profunda crisis institucional que vivió Boca Juniors a mediados de la década de 1980.
Sucedió el 8 de julio de 1984 en el duelo que disputaron los “Xeneize” ante Atlanta en La Bombonera, el mismo año que realizaron una gira interminable para recaudar fondos en la que Hugo Gatti terminó jugando como delantero y encajaron la peor goleada de su historia ante el FC Barcelona.
Aquel día los futbolistas de la primera plantilla, hartos de no cobrar lo que les debían (7 millones de pesos) decidieron no jugar y el técnico interino Alberto Mario González “Gonzalito” tuvo que conformar el once con jugadores juveniles.

En plena decadencia
De esta forma hicieron su debut con la camiseta de Boca Juniors Walter Marcelo Medina, Javier Carlos Franco, Rubén Eduardo Manfredi, Marco Antonio Dos Santos, Jorge Alberto Latorre, Néstor Horacio Tessone, Roberto Daniel Fornés, Fabián Carlos Peruchena, Danny Ernesto Ramírez, Gustavo Alejandro Torres y Gabriel Eduardo Vales.
Para cuatro de aquellos futbolistas fue su único partido con Boca Juniors y vistieron una zamarra que se convirtió en símbolo de uno de los peores momentos en la historia del club.

El uniforme titular de ambos equipos era azul y dorado. El árbitro lanzó una moneda al aire que quiso que Boca fuese el equipo que tuviese que cambiarse. No disponían de segunda equipación, por lo que la única alternativa fue utilizar las de entrenamiento y pintar de forma rudimentaria los dorsales a mano.
Dichos dorsales se fueron difuminando por el sudor de los futbolistas, de ahí que pasase a la historia negra de Boca Juniors como “el día de las camisetas desteñidas”.
Los visitantes se adelantaron nada más comenzar el choque y, Marco Antonio Dos Santos tuvo su momento de gloria anotando su único gol con la camiseta de Boca Juniors ejecutando un sensacional libre directo.
De poco sirvió, ya que, en el minuto 69 el conjunto “Bohemio” logró el definitivo 1-2 y, para más caos los locales vistieron su camiseta tradicional durante la segunda mitad del choque. Un absoluto despropósito.
