¿Sabéis quién es su padre? Alf-Inge Haaland.
Seguro que muchos os estáis preguntando ¿De qué me suena este nombre? Os vamos a refrescar la memoria.
Este fornido zaguero comenzó jugando en el Bryne FK. Como sus paisanos siglos atrás, en 1993 hizo su particular desembarco en las islas británicas junto a muchos compatriotas, aunque sin el espíritu invasor de sus antecesores.
Allí jugó en tres equipos, Nottingham Forest, Leeds United y Manchester City hasta su prematura retirada en 2003.
En Leeds fue donde nació su hijo, Erling Braut Haaland, un depredador del área por el que se pelean los grandes de Europa veinte años después.
Su llegada a Inglaterra se retrasó algo más de lo esperado. Un año. Los ojeadores del Nottingham Forest estaban decididos a hacerse con sus servicios, pero diversas irregularidades postergaron el traspaso.
El equipo al que llegaba era muy distinto al de la temporada anterior. Descendido a la First Division como último clasificado. Había abandonado la entidad el legendario Brian Clough. Lejos quedaban los años gloriosos de los “Tricky Trees”.
Haaland llegó a finales de 1993. El otro protagonista de esta historia, Roy Keane, había puesto rumbo al Manchester United, escasos meses antes. No sería la primera vez que sus vidas estuvieron a punto de encontrarse hasta el fatídico momento.
Cruce de caminos
En 1994 «Los Vikingos» se clasificaban por segunda vez en su historia para la Copa del Mundo. Una gran generación de futbolistas noruegos que lograron llevar a su país al torneo más importante a nivel de selecciones 56 años después.
En tierras estadounidenses se verían las caras con México, Irlanda e Italia. Solo encajaron un gol y perdieron en un partido. Digno papel dada su inexperiencia.
El destino quiso que Alf-Inge Haaland y Roye Keane no se viesen las caras el 28 de junio de 1994 en el Giants Stadium. Una amarilla en el partido anterior evitó la alineación del zaguero noruego ante Irlanda.
La etapa de Haaland en los “Tricky Trees” finalizó en 1997 con el equipo como colista y el defensa fichando por el Leeds United.
En aquella época los de Elland Road peleaban temporada tras temporada por los puestos europeos. Eran uno de los gallitos de la Premier League.
El 21 de septiembre de 1997 asistimos al segundo cruce en la vida de Alf-Inge Haaland y Roy Keane. El detonante. El inicio de un enfrentamiento que tendría su violento final 4 años más tarde.
Desde el viaje de Eric Cantona de Elland Road a Old Trafford en 1992, los “Red Devils” se les habían atravesado a los aficionados de Leeds. Eran duelos tensos, pero la cosa no pasaba de ahí.
Aquel partido lo ganaron los locales por la mínima. Puntos que terminarían echando en falta los de Ferguson para conquistar su tercera Premier consecutiva, que terminó adjudicándose el Arsenal.
A escasos minutos para el final el centrocampista irlandés se adentra en el área local. Haaland le gana la posición. Keane lanza una patada al aire y queda lastimado en el suelo. El noruego se levanta y recrimina la fea acción a su oponente.
El capitán del Manchester, cojeando, pudo terminar el encuentro. Tenía los ligamentos de la rodilla destrozados. Iba a estar en el dique seco toda la temporada. Años más tarde escribió en su autobiografía:
La caza
El Leeds continuó su fulgurante camino. Alcanzó las semifinales de la UEFA. Se clasificó para la Champions League. Haaland por su parte fue desapareciendo del once titular.
Con Keane recuperado se volvieron a cruzar en un par de ocasiones. Sin más. No parecía haber tensión entre los futbolistas.
Nada más lejos de la realidad. Todo era un engaño. Una artimaña de Roy, que en cada encuentro disimulaba. Se tragaba la rabia contra el noruego. Hasta que estalló.
Haaland se marchó al City con la llegada del siglo XXI. El derbi de Manchester tenía un nuevo y oscuro aliciente para el capitán del United.
En el segundo enfrentamiento de la temporada, disputado en Old Trafford el 21 de abril de 2001, Roy Keane consideró que había llegado el momento. Estaba listo para la caza. Iba a consumar su venganza.
Peleaban por objetivos muy distintos. Los “Red Devils” ganaron el título, mientras que sus vecinos “Cityzens”descendieron a la First Division. El duelo terminó con empate a un gol. Casi nadie recuerda el resultado de aquel partido.
Corría el minuto 85. Balón dividido cerca de la banda. Ambos van al choque. El irlandés levanta su pierna y la deja caer con violencia sobre la rodilla del noruego. Terrorífico.
Alfie se retuerce de dolor en el suelo. Keane recibe sereno la tarjeta roja. Se agacha y dice lo siguiente al oído de su oponente:
Una venganza salvaje. Atroz. Además el ardiente futbolista irlandés jamás ha mostrado el menor arrepentimiento:
Injusto final
Nadie podía esperar que aquel lance de Elland Road nunca había dejado de rondar la cabeza de Keane. Mucho menos el propio Haaland.
Cuatro más tarde, el irlandés prácticamente terminaba con la carrera de su oponente sin pestañear, mientras él seguía coleccionando títulos con los “Fergie Boys”. Se marchó de Inglaterra en 2005 como el jugador más expulsado en la historia del torneo.
Sí, tras cuatro operaciones Alf-Inge Haaland pudo volver a jugar al fútbol, Pero ya nada fue lo mismo para él.
En 2003, con apenas 29 años y, tras pasar un calvario con su maltrecha rodilla decidió colgar las botas.
Los acérrimos seguidores de Keane ponen de manifesto que Haaland siguió jugando dos años más, para liberar de culpa a su ídolo. Aquella entrada no le retiró de forma directa, pero tuvo mucho que ver en el prematuro final de su vida deportiva.
Dicen que la venganza se sirve en plato frío. Roy Keane llevó al extremo esta premisa. Esperó cauto y paciente, cual león en la sabana africana para cazar a su rival cuando menos lo esperaba.