El 1 de abril de 1998 el Real Madrid tenía una cita con la historia. El club blanco llevaba 32 años sin alzar la ansiada Copa de Europa y estaba a dos partidos de alcanzar la final del Amsterdam Arena.
Temporada tras temporada, se sucedían las catástrofes vikingas en el torneo más importante del Viejo Continente. “La Séptima” se había convertido en una quimera. Algo con lo que todo el mundo soñaba, pero que nunca llegaba.
Cuanto mayor era la ilusión de la parroquia o más asequible el cuadro mayor era el batacazo. De esos 32 años de sequía se podría hacer un monográfico de debacles continentales merengues.
Aquella tarde visitaba el coliseo blanco un hueso duro de roer, el Borussia Dortmund. Vigente campeón de la máxima competición continental, que también había ganado su primera Intercontinental a finales de 1997.
El Real Madrid no pasaba precisamente por su mejor momento, por lo que no había tanta expectación como en campañas anteriores.
Habían sufrido la espantada de Fabio Capello, que había huido a Italia con la Liga bajo el brazo. Su puesto en el banquillo lo ocupó Jupp Heynckes, con un curriculum mucho más discreto que su predecesor.
Los energúmenos hacen acto de presencia
En Liga no marchaba demasiado bien. Su juego ni se acercaba a la efectividad del curso anterior, ni podía decirse que fuera vistoso. La parroquia blanca había sucumbido ante aquel pesimismo imperante en el ambiente.
Durante los prolegómenos del encuentro. En la salida al campo de los jugadores, un estruendo sorprendió a propios y extraños.
Justo antes del saque inicial, un asistente corre hacia el colegiado para informarle de lo sucedido. La valla del fondo sur del estadio se había desplomado, llevándose consigo la portería.
En el Santiago Bernabéu las porterías estaban ancladas a la valla que separaba el graderío del terreno de juego, usándose a modo de tensor.
Aquel día el fondo sur, ubicación habitual del grupo radical Ultras Sur, estaba abarrotado y decenas de estos ultras esperaban el inicio del encuentro encaramados al vallado.
La estructura no soportó el sobrepeso y se vino abajo. No hubo que lamentar daños personales graves, quitando alguna contusión leve.
En aquel momento, aun no era obligatorio (algo inexplicable) tener porterías de reserva en los estadios. Obviamente la normativa comenzó a contemplarlo tras este estrambótico incidente.
El colegiado Van Der Ende, con el beneplácito del delegado de la UEFA, dictaminó que el encuentro se retrasará 30 minutos para reparar la portería siniestrada. Los jugadores del Borussia Dormund presionaban al árbitro pidiendo la suspensión del encuentro.
La cara de Lorenzo Sanz, observando la bochornosa escena desde el palco, era un poema, la viva imagen de la desolación. Tras mucho esfuerzo lograban alcanzar las semifinales de la máxima competición europea y todo parecía estropearse por culpa de unos cafres.
En busca de solución
En primer lugar intentaron levantar la portería original del fondo sur, valiéndose de dos tacos de madera para anclar los postes al suelo, pero la estructura estaba muy dañada y pronto se descartó por imposible.
Fue entonces cuando se optó por sustituir la portería siniestrada por otra. Agustín Herrerín, ayudante del delegado de campo, sería el encargado de conseguir una nueva portería. Solo había un lugar donde conseguir otra meta a las 21:00h y con tan poco tiempo de margen. La extinta Ciudad Deportiva.
Ubicada donde actualmente yerguen las cuatro torres de la Castellana, le separaban escasos 4 kilómetros del Santiago Bernabéu. Herrerín y el ex guardameta merengue Miguel Ángel fueron en busca de la nueva portería.
Escoltados por varios efectivos de la Policía Nacional y a toda velocidad, recorren la principal vía madrileña. Según se cuenta a más de 100 km/h, con “ciertas licencias” en cuestiones de normativa de tráfico.
Al llegar a las instalaciones de la Ciudad Deportiva, como era de esperar todo están cerrado y a oscuras por lo que tuvieron que saltar la verja.
Ya dentro se encuentran otro escollo, las porterías están guardadas bajo llave en un almacén al que no tienen acceso. Montan un circo y les crecen los enanos.
Si de inicio no tenían claro cómo transportar la portería al estadio, ahora no sabían ni cómo acceder a ella. En ese momento aparecen dos artistas invitados. Dos héroes anónimos que serán fundamentales para salvar la situación.
«Comando Portería»
En la casi desierta instalación deportiva, trabajaban dos operarios, Cándido Gómez y su sobrino Juan Manuel, que en aquel preparaban el montaje de un escenario para un futuro evento de las categorías inferiores del Real Madrid.
Junto a ellos estaba la clave de la operación. Su camión. Al explicarles la gravedad de la situación los dos operarios acceden gustosos a unirse al improvisado “Comando Portería”.
Manos a la obra, dando marcha atrás con el camión a modo de improvisado ariete, Cándido enviste en varias ocasiones la puerta del almacén hasta que la cerradura salta por los aires y la puerta se abre de par en par. Un alunizaje perfecto, ¡Qué profesional!
Entre todos suben la portería al camión y la comitiva escolta a Cándido en su camión que vuela Castellana abajo de vuelta al templo blanco.
Sin anclar y colocada a toda prisa en aquel transporte improvisado a punto estuvo de caer en varias ocasiones fruto de los volantazos.
Al llegar a la altura del Bernabéu, ignoran la rotonda y circulan en dirección prohibida para llegar a la puerta que da acceso directamente al césped, evitando dar toda la vuelta al estadio. Cuando hay prisa. Hay prisa.
Cuando todo parece resuelto, la nueva portería se engancha unas cuentas veces en la esquina de la dichosa valla antes de acceder definitivamente al césped, poniendo de nuevo a prueba los nervios de todo personal.
Comienza el partido
Ahora sí. La meta de repuesto llega en volandas hasta el área, entre la mas estruendosa de la ovaciones, como si fuera la imagen religiosa más venerada del santoral.
Los operarios anclan la estructura y la fijan al terreno, tras la inspección del árbitro y su OK todo esta listo para que el balón eche a rodar.
A las 21:46 arrancaba la semifinal. Aquel partido lo terminó ganando 2-0 el Real Madrid. La odisea de la portería del Bernabéu le supuso al club una multa de 115 millones de las antiguas pesetas y un partido de clausura.
Penitencia pagada con gusto sabiendo el resultado final de aquella Copa de Europa, que se sumó a sus 6 hermanas 32 años después de la última conquista.
Se dice que Cándido y su sobrino fueron invitados a ver el partido, no era para menos. De si cobraron aquel porte tan extremo no se sabe nada. Si son madridistas aquel trabajo no se puede pagar con dinero.