Una media de un encuentro cada tres días en los que logró 127 tantos, entre ellos su famoso “gol de los cuatro sombreros”.
Tras la conquista de la primera Copa del Mundo para Brasil durante el verano de 1958, en la que Pelé se lució en la final con un magnífico doblete, se convirtió en una estrella mundial que todo el mundo quiso “explotar”.
Aún era un adolescente de 17 años y pese a no existir el circo mediático que rodea a este deporte en la actualidad, no había rincón del mundo en el que el rey del fútbol no fuese conocido y el Santos no quiso desaprovechar la coyuntura.
A su regreso de tierras suecas “O Rei” tuvo que cumplir con el servicio militar, por lo que a los partidos con el Santos y la selección brasileña sumó los choques que tuvo que disputar con la selección nacional del ejército y el equipo de su cuartel militar.
Sin descanso
Tal acumulación de compromisos hizo que Pelé durante 1959 jugase nueve veces dos partidos en menos de 24 horas y en una ocasión tres en menos de 48 horas. Una auténtica barbaridad.
Aquel año fue máximo goleador y mejor jugador de la única Copa América que disputó y máximo realizador del Campeonato Paulista.
Santos solo pudo conquistar el Torneo Río-Sao Paulo tras derrotar 3-0 a Vasco da Gama en la final, mientras que en el Campeonato Brasileño cayeron en el desempate ante Esporte Clube Bahia, al igual que en el Campeonato Paulista perdieron el partido definitivo ante Palmeiras.
A todo lo anterior hay que sumar que Santos quiso monetizar al máximo a su estrella emergente con una interminable gira que recorrió Sudamérica, Centroamérica y Europa.
En total fuero 22 partidos repartidos en 44 días. Visitaron un total de 9 países obteniendo 13 victorias, 5 empates y 4 derrotas. Anotaron 78 goles de los que 28 fueron obra de Pelé.
La gira concluyó a mediados de julio cuando el equipo regresó a Brasil para afrontar la competición oficial y ya no tuvieron descanso hasta finales de 1959.
Al cansancio propio de los partidos hay que añadirle los miles de kilómetros que recorrieron en avión, convirtiéndose en el equipo más viajero de la historia en los 18 años que tuvieron a Pelé en sus filas.
Quizá tanto desgaste le provocó las recurrentes lesiones que acortaron su carrera en la élite. Tampoco cabe duda que es uno de los grandes elegidos de este deporte, que derrochó magia en cada una de sus intervenciones sobre el césped.