Fueron dos campañas de altibajos en lo deportivo y lo personal, en los que sufrió una gravísima lesión que le mantuvo bastante tiempo en el dique seco, pero en las que también dejó grandes destellos de su inigualable calidad, ayudando al equipo catalán a conquistar una Copa del Rey, una Supercopa de España y una Copa de la Liga.
Así tras un sonado desencuentro con la directiva culé en junio de 1984 Corrado Ferlaino cumplió su deseo de llevar a “El Pelusa” a San Paolo.
El mejor jugador del mundo llegaba al Nápoles para reflotar un equipo sumido en la depresión que en la última Serie A había salvado la categoría por un punto.
Hasta ese momento el conjunto Partenopeo contaba en su palmarés con dos Copas de Italia y, acostumbrado a navegar como mucho en la zona intermedia de la tabla ansiaba arrebatarle el Scudetto a los poderosos clubes del norte de Italia.

Pasito a pasito
El proceso no fue nada fácil, pero gracias al genio argentino el equipo cambió el rumbo de su historia. En su primera temporada en tierras italianas Maradona dejó al Nápoles a tres puntos de “colarse” en competiciones europeas y, en la 1985-1986, antes de marcharse a conquistar el mundo en México, pelearon por el título casi hasta el final alcanzando la tercera plaza.
Fue al año siguiente con el “10” ya coronado, tras 61 años de eterna búsqueda el Nápoles conquistó el calcio, en una durísima pugna con Juventus e Inter de Milán hasta el último instante del campeonato.
Tocando el cielo
En busca de mantener el éxito el conjunto “Gili Azzurri” firmó a jugadores de nivel para escolar a Maradona, conformando la denominada delantera “Ma-Gi-Ca” con Maradona, Giordano y Careca que fueron claves en la mejor etapa histórica del club.
Así, tres años después conquistaron su segundo Scudetto, en esta ocasión luchando hasta el final con el legendario AC Milan de “Los Inmortales” que esa misma campaña conquistó el cetro europeo por segundo año consecutivo.
A estos dos éxitos en los casi siete años de Diego en el país de la bota hay que sumarle la Copa de Italia de la temporada 1986-1987 y la Copa de la UEFA de la 1988-1989, el único título continental hasta la fecha en las vitrinas del Nápoles.
Todos estos triunfos toman más relevancia aún si cabe al recordar que durante aquellos años el campeonato italiano era posiblemente el más duro del planeta fútbol y que el conjunto Partenopeo ha tenido que esperar más de tres décadas para volver a levantar un Scudetto.
