Y eso que el 2 de marzo de 1993 parecían haber dado un paso de gigante para meterse en las semifinales de la competición en busca de levantar su tercer entorchado en ocho años. Se impusieron 3-1 a los galos con tantos de Butragueño, Zamorano y Míchel, mientras que Ginola, que tuvo una actuación soberbia, recortó distancias para los visitantes.
Todo se torció para los merengues dos semanas más tarde en la ciudad del amor, en la que los locales fueron un auténtico rodillo.
Los blancos saltaron el césped del Parque de los Príncipes con la intención de marcar, pero no tuvieron puntería de cara a la meta de Bernard Lama y el PSG golpeó primero. En el 33’ George Weah abrió el marcador con un testarazo a la salida de un córner.
El conjunto local se volcó sobre la meta de Paco Buyo, pero pese a las múltiples ocasiones no lograron el gol que les daba el pase a la siguiente ronda hasta el minuto 81 con un tremendo zurriagazo de Ginola desde la frontal del área.
Seis minutos después Valdo llevó al delirio a los hinchas parisinos culminando a la perfección un contragolpe. La eliminatoria parecía sentenciada, pero aún quedaba mucha tela que cortar.
Final loco
En el añadido Zamorano resolvió en el área para igualar de nuevo la eliminatoria. Y cuando todos se hacían a la idea de que la prórroga era irremediable emergió la figura de Antoine Kombouaré en el minuto 97.
El zaguero neocaledonio mandó al fondo de las mallas una falta botada desde la banda derecha. El delirio en París. Los blancos, aquel día de azul, no se lo podían creer.
Los aficionados lo celebraron como un título, aunque no pudieron seguir la senda del éxito de sus paisanos del Olympique de Marsella en esa edición de la Copa de Europa y cayeron en semifinales ante la Juventus, que levantó su tercera Copa de la UEFA.
Por su parte, los merengues perdieron ese año su segunda “Liga de Tenerife” y salvaron la temporada levantando la Copa del Rey tras imponerse en la final al Real Zaragoza.
Un año después PSG y Real Madrid se volvieron a ver las caras en los cuartos de final, esta vez de la Recopa de Europa y, de nuevo la balanza cayó del lado parisino, convirtiéndose en la bestia negra de los blancos en al década de los 90 en las competiciones continentales.
