Este tanto tuvo dos vertientes. Un país vivía el júbilo de la victoria, mientras que el otro se ahogaba entre lágrimas tras la inesperada derrota.
Nuestro protagonista trabajó como panadero y en una fábrica de aluminio mientras comenzaba a jugar al fútbol en el modesto Estadio Pocitos.
Tras un breve paso por el Palermo (el uruguayo, no el italiano), con 18 años llegó a las divisiones formativas de Peñarol.
En 1946 debutó en la primera categoría del fútbol charrúa. Fueron 23 partidos y 13 goles que le consolidaron en el equipo.
Compartió vestuario tanto en Peñarol como en la selección uruguaya con su hermano, conocido por el apodo de “el Pequeño Maestro”, aprendiz de “el Gran Maestro” para los uruguayos, José Piendibene.
Formó parte de la denominada “Escuadrilla de la Muerte”, uno de los mejores onces de Peñarol que ganó cuatro campeonatos en 6 años.
Un talentoso volante que disputó 512 partidos en los que marcó 159 goles, repartidos entre el Peñarol de sus amores y los equipos italianos AC Milan y AS Roma, donde terminó su carrera.
Estas palabras las dijo nuestro protagonista de hoy tras marcar el tanto más importante de su carrera.
En este tiempo disputó 2 Mundiales de fútbol. El de Brasil en 1950 y el de Suiza cuatro años después. Su juego fue tan deslumbrante que la selección italiana le quiso “pescar” para su equipo (por aquel entonces se podía hacer).
«Padrino» de Gianni Rivera
Derrochaba velocidad y tenía un regate eléctrico. Era un líder dentro y fuera del campo. Se cuenta que fue uno de los grandes valedores para que los rossoneri fichasen a Gianni Rivera. “El Bambino de Oro”, llegó la misma temporada que él se marchó a la Roma.
Su carisma era tal que los cronistas de la época contaban que los directivos del AC Milan incluyeron una cláusula en el contrato para que su mujer pudiese estar presente en las concentraciones del equipo.
Terminó sus días como futbolista en la capital italiana, como defensa líbero. Se dice que era infranqueable. Talentoso en ataque y duro como una roca en defensa.
En 1962 regresó a su Montevideo natal. Estuvo ligado al fútbol hasta la década de los 70 dirigiendo a la selección uruguaya y a Peñarol.
Murió en 2002 con 77 años. Fue un 13 de noviembre. Un día en el que el Senado de su país hizo un parón en el orden del día para homenajear a una de las grandes leyendas del fútbol uruguayo.
Su segundo apellido era Villano y eso fue para los brasileños en el archiconocido “Maracanazo”. Él marcó el tanto del empate frente a los cariocas a pase de Ghiggia, que más tarde les daría la puntilla.
Pepe, el “Mago”, uno de los mejores jugadores sudamericanos del siglo XX. Exacto estamos hablando del gran Juan Alberto Schiaffino.