25 años después de la conocida como la “final de los postes cuadrados” el FC Barcelona se encontraba ante otra gran oportunidad para levantar su primera ansiada Copa de Europa.
Aquel 7 de mayo de 1986 jugaban casi en casa, con un Ramón Sánchez Pizjuán repleto de aficionados culés y, ante un rival desconocido, el sorprendente Steaua de Bucarest. Tan seguros se veían de ganar que, cuentan las malas lenguas que incluso celebraron el título antes del trascendental duelo.
Pero aquella soleada tarde primaveral todos los astros se alinearon para hacer campeones a los rumanos. La pólvora mojada de los azulgrana sumada a la colosal actuación de Helmuth Duckadam provocaron la hazaña de unos de los campeones de Europa más inesperados en la historia de la competición.
Los “locales” fueron incapaces de batir la meta contraria en los 120 minutos de juego, además de errar los cuatro lanzamientos de la tanda de penaltis a cargo de Alexanco, Pedraza, “Pichi” Alonso y Marcos Alonso.
La “espantá”
Pero si por algo se recuerda aquella final es por la espantada de Bernd Schuster, que tras ser sustituido por Terry Venables en el minuto 85, “huyó” en taxi al hotel de concentración culé, iniciando así el principio del fin de su periplo lleno de altibajos en la Ciudad Condal.
El centrocampista alemán era el líder de aquel Barça y el lanzador de penaltis más fiable de aquel equipo. Visto lo trabado del encuentro no se entiende demasiado bien la elección de Venables de sustituir al “Ángel Rubio” en un momento tan crítico.
Visiblemente enfadado enfiló el túnel de vestuarios y sin mediar palabra se largó. En los aledaños del estadio paró un taxi para marcharse directo al hotel, imaginaos la cara del conductor al percatarse de quién era su pasajero.
Aquel cambió colmó la paciencia de un Schuster que ya se las había tenido tiesas con la directiva al comienzo de la temporada por las primas que esta había ofertado a los jugadores.
Tras todo un año sin jugar, con varios litigios abiertos contra la entidad culé Bernd Schuster emprendió la marcha al Real Madrid en 1988, pero el día para todos dejó de ser culé fue al tomar aquel taxi en la ciudad hispalense.
Pese a su controvertida marcha al eterno rival y regresar vestido de blanco al Camp Nou, el poso que dejó en la afición culé no fue para nada malo y aún hoy le tienen en alta estima por los grandes momentos de fútbol de los que les hizo disfrutar.