En 1960 el eterno rival, les había eliminado en las semifinales tras un doble 3-1 al equipo dirigido por Helenio Herrera.
El Real Madrid conquistó ese año su quinto trofeo consecutivo en una de las mejores finales de la historia frente al Eintracht Frankfurt. La afrenta era infinita para los culés.
La 61-62 para el Barça de los Ramallets, Kubala, Czibor, Kocsis y Luis Suárez tampoco iba demasiado bien. En Liga habían terminado cuartos a 20 puntos de los merengues.
Los periquitos habían dado cuenta de sus vecinos en los octavos de la Copa y, el Hibernian escocés derrotó a los azulgrana en la Copa de Ferias de la que eran vigentes campeones.
La tabla de salvación era la Copa de Europa. Llegaron a la final tras dejar por el camino a Lierse, Real Madrid (eliminando por primera vez del torneo), Hradec Kralove y Hamburgo en un agónico encuentro de desempate en Bruselas.
El 31 de mayo de 1961 les esperaba el Benfica de Bela Gutmmann dispuesto a comenzar su leyenda.
El Wankdorfstadion de Berna sería el escenario de la primera final de Copa de Europa tanto para blaugranas como para “Las Águilas”.
Ambiente enrarecido
Este estadio suizo era de ingrato recuerdo para los delanteros magiares, Zoltan Czibor y Sandor Kocsis.
Su mágica Hungría perdió en 1954 una final de Copa del Mundo que tenía casi ganada a los alemanes. El bautizado como Milagro de Berna.
Desde la primavera de 1961 pasaría a ser un lugar maldito para todos los culés. Perdieron. Y de la manera más cruel posible.
Helenio Herrera había abandonado el barco blaugrana al final de la 60-61 y un año más tarde aprovechó la coyuntura para llevarse a Luis Suárez y que le acompañase en su exitosa aventura “nerazzurri”.
La directiva azulgrana quería pasar a la posteridad por la construcción del Camp Nou. El estadio se finalizó en 1957 pero pagaron unos sobrecostes desorbitados.
Esto unido a los elevados sueldos de sus estrellas hizo que tuviesen que vender a “El Arquitecto” por 25 millones de pesetas para sanear las cuentas.
La pésima marcha en la Liga terminó con la destitución del técnico yugoslavo Ljubisa Brocic en enero. Le sustituyó Enrique Orizaola, cuya cabeza pendía de un hilo de no ganar a los portugueses.
Segarra, el candado de la defensa culé no jugaría por lesión. Se dudaba de la idoneidad de alinear a un Luis Suárez ya vendido al Inter y, Kubala lastrado por las lesiones y carente de la velocidad de antaño exigía su sitio en el once.
Lo que debía ser un ambiente festivo y de jolgorio por jugar la primera final de Copa de Europa se había ido enrareciendo hasta límites insospechados.
De mal en peor
Orizaola no se la jugó y sacó de inicio a todas sus estrellas. El equipo estaba cojo en defensa pero ¿Qué podía salir mal con ese quinteto de ensueño en vanguardia?
Ley de Murphy. Todo lo que podía salir mal, salió mal. Y eso que comenzaron ganando. Internada de Luis Suárez por la derecha y Kocsis marca con la testa. Como no “Cabeza de Oro”.
En el 30’ la cosa se empezó a torcer. El capitán luso Jose Aguas marca a puerta vacía tras una gran jugada de su equipo. Apenas dos minutos después, el que nunca fallaba, falló.
Gensana despeja de cabeza. Antoni Ramallets cegado por el sol no acierta a atrapar la pelota. La roza. Toca en el poste y parece que cruza la línea de meta. El colegiado valida el gol. El Benfica está por delante.
A partir de aquí todo irá de mal en peor para los culés. En el 55’ Mario Coluna, que había sido un auténtico tormento para la zaga culé, conecta una volea preciosa para poner el 3-1.
El Barça se lanza a tumba abierta hacia la meta portuguesa. Es un todo o nada. Las ocasiones se suceden, pero la fortuna no acompaña.
Malditos postes
En una ocasión un zaguero portugués saca el balón bajo palos in extremis. Otra la estampa en el palo Kocsis a puerta vacía. Poco después un zambombazo de Kubala pega en los dos postes y el meta Costa Pereira lo recoge mansamente.
Czibor en el 75’ con un soberbio zurdazo recorta distancias. Poco después otro remate suyo vuelve a toparse con el poste. Los húngaros estaban reviviendo la pesadilla que 7 años atrás les había dejado sin Mundial.
Los azulgrana acogotan a sus oponentes, pero el resultado ya no se moverá. El trofeo se marcha a Portugal.
Hasta cuatro remates de los barcelonistas impactaron en unos postes que a diferencia de otros países seguían siendo cuadrados.
Tras aquella final fue obligatorio el uso de postes con forma cilíndrica en todos los estadios del mundo. Suponían menos riesgo de lesión para los jugadores en caso de impactar contra ellos.
La derrota en Berna sumergió a los azulgrana en una profunda crisis deportiva e institucional, de la que no empezó a salir hasta la llegada del profeta culé Johan Cruyff en 1973.
La Copa de Europa siguió maldita para los culés. Tardó 25 años en regresar a una final y, de nuevo se toparon con la mala suerte en aquella fatídica tanda de penaltis frente al Steaua en el Sánchez Pizjuán.
Un comentario
En la antepenúltima foto el remate Kocsis, que es más rápido que Costa Pereira, también se estrella en la base del poste. El que está detrás es el central Germano. En esos momentos, el Benfica ya gana por 3-1.