Siempre ha habido descerebrados en el mundo del fútbol y más en la década e los 80 y los 90 cuando el fenómeno hooligan estaba en pleno auge en España.
Pocos años antes esta tragedia Guus Hiddink se negó a saltar al césped del Luis Casanova con sus jugadores hasta que no retiraron la esvástica que exhibían los aficionados del Albacete.
En aquella época la sociedad española padecía también la lacra del terrorismo derivado del conflicto vasco y todo ello irremediablemente se terminó entremezclando en las gradas de los estadios se fútbol
Como suele pasar con los seres irracionales, no son capaces de diferenciar y, aquellas aficiones que tenían un grupo ultra de ideología de extrema derecha cometían de forma recurrente el error de meter a todos los vascos en el mismo saco.
Eran especialmente tensos los partidos de Real Sociedad y Athletic Club con el Atlético de Madrid. Cuando les tocaba viajar a Madrid estos grupos de desalmados convocaban lo que denominaba como “caza al vasco”.
Crónica de una tragedia anunciada
El destino quiso que en los octavos de final de la Copa de la UEFA 1998-1999 se midieran Atlético de Madrid y Real Sociedad. Dos encuentros que fueron declarados de alto riesgo por la alta hostilidad entre ambas aficiones.
En la ida los txuri-urdin tomaron ventaja ganando 2-1 en Anoeta. Entre medias de esta eliminatoria, 3 días antes del choque de vuelta, el Athletic Club jugó en el Vicente Calderón.
A su vuelta al País Vasco los aficionados rojiblancos avisaron a sus familiares y amigos txuri-urdin que el ambiente era especialmente tenso y que algo se estaba gestando para aquel 8 de diciembre de 1998.
Pese a las advertencias, las peñas con sus viajes ya organizados decidieron viajar a la fiesta del fútbol, pero uno de ellos, Aitor Zabaleta, no volvería a casa.
A su llegada a Madrid un policía municipal recomendó a los miembros de esta peña el bar Alegre, precisamente en el que se reunían estos energúmenos neonazis.
Los aficionados donostiarras fueron alertados de esto por una vendedora y procedieron a abandonarlo, pero era demasiado tarde. Les estaban esperando fuera.
Empezaron las carreras, gritos, agobios de unos aficionados perseguidos por aquellos que se dejan guiar por el odio irracional.
La mayoría consiguió escapar rumbo al estadio, pero un reducido grupo en el que se encontraba Aitor Zabaleta y una madre con su hijo fueron rodeados. Le asestaron una puñalada mortal en el corazón y lejos de mostrar arrepentimiento por este terrible acto siempre se han vanagloriado.
El partido, que ya a nadie importaba, terminó 4-1 a favor de un Atlético de Madrid que gracias a los goles de Jugovic (2), Santi y José Mari, volteó la eliminatoria.
Buscando justicia
Según los testimonios de familiares y aficionados participaron en el juicio, este grupo de neonazis tuvo una actitud altiva y, ni el autor material de los hechos ni sus compañeros no mostraron arrepentimiento, ni la más mínima empatía con esos padres a los que les acababan de arrebatar un hijo.
El condenado por la puñalada mortal gozaba en aquel momento de un permiso penitenciario por un delito anterior.
Fue condenado a 17 años de cárcel, de los que cumplió la mitad, saliendo por buena conducta pese a la opinión contraria de las autoridades carcelarias y la fiscal.
La familia de Aitor Zabaleta intentó que en el juicio se condenase a todos los miembros del grupo por asociación ilícita, algo que no se pudo probar y finalmente fueron acusados únicamente por desorden público.
Es descorazonador que una familia como la de Aitor Zabaleta tenga que vivir la pérdida de un ser querido a manos de unos desalmados, que además durante años han proferido cánticos acusando (sin prueba alguna) al asesinado de pertenecer a un grupo afín a ETA.
Seguro que ayer muchos aficionados txuri-urdin recordaron a Aitor Zabaleta en uno de sus momentos más felices, tras volver a conquistar un título 34 años después del último.
Por suerte en España han quedado prácticamente reducidos al mínimo estos grupos de indeseables, que deben desaparecer de cualquier ámbito de la sociedad, más aun del deporte, que debe transmitir unos valores de esfuerzo, solidaridad y hermandad a las generaciones más jóvenes.
El fútbol es maravilloso y estos desalmados no tienen cabida en él. Aitor Zabaleta beti gogoan.