Corría la temporada 1991-1992 tras los fracasos de Berna en 1961 y el más reciente de Sevilla en 1986 el nuevo y vistoso FC Barcelona estaba más que esperanzado en conseguir la ansiada Copa de Europa.
Una deuda histórica con todos los aficionados culés. Uno de los equipos más grandes del mundo, casi centenario no había logrado aún alzar la “Orejona”.
El formato de competición de la mayor competición del Viejo Continente se componía de dos rondas previas y una liguilla de cuartos de final en al que los dos primeros accedían directamente a la final.
Los azulgrana superaron en primera ronda al Hansa Rostock sin demasiadas dificultados. En octavos se verían las caras con otro hueso alemán, el FC Kaiserslautern, vigente campeón de la Bundesliga por primera vez en su historia un año antes.
En la ida tomaron una ventaja de 2-0 en el Camp Nou gracias a un doblete de “Txiki” Begiristain. Sabían que era un buen resultado pero iban a sufrir en Alemania.
Y vaya si sufrieron. El 6 de noviembre de 1991 el Fritz Walter Stadion fue como tantas otras veces una auténtica caldera.
Los aficionados espolearon a los “Diablos Rojos” que entre el 35’ y el 49’ igualaron la eliminatoria con un doblete de Hotic. En el 76’ llegaba el delirio local con el tanto de Goldbaek.
Cabezazo salvador
Los culés estaban contra las cuerdas. Ahí apareció un héroe culé nacido en Goizueta y que desde ese momento iba a ser el hombre más odiado de Kaiserslautern.
Último minuto del encuentro. Koeman bota una falta. El balón llega hasta el lateral del área pequeña. Bakero se eleva entre dos torres germanas y su cabezazo bombeado se cuela en la meta rival. Delirio culé, ese día vestidos de naranja.
Todo aficionado al Barça que se tercie recuerda el gol de Koeman de Wembley, pero sabe que sobre este gol de Bakero al Kaiserlautern se cimentó su primera Copa de Europa.