A la gran mayoría seguramente os viene a la mente una retahíla de grandes equipos de ayer y de hoy, pero lo cierto es que no se trata de ninguno de esos.
Al contrario de lo que pueda parecer dicho lo anterior, tampoco se trata de un logro vigente desde los albores del fútbol, ya que, tiene poco más de 30 años.
¿Sabéis ya de qué equipo se trata? El club que ostenta tan ilustre distinción, es el Steaua de Bucarest. El club más laureado de Rumanía.
Actualmente un cuasi desconocido club en una Liga menor, pero en otro tiempo no solo consiguió este récord aún vigente. Fue uno de los mejores equipos de Europa durante un lustro.
Seguramente ese mérito sería un título honorífico irrelevante o testimonial si no viniera acompañado de otros méritos más relevantes.
Tras el final de la II Guerra Mundial, Europa quedó divida en dos por lo que se bautizó como “El Telón de Acero”. En la Europa del Este, fruto de la “liberación” por parte del Ejército Rojo (antaño fueran aliados de la Alemania Nazi), surgen al amparo de la URSS multitud de repúblicas de corte socialista.
Fútbol tras el «Telón de Acero»
En medio de este panorama político de posguerra nace un 7 de junio de 1947 el Steaua de Bucarest, vinculado al Ejército rumano y por lo tanto al Ministerio de Defensa.
En Europa del Este la fundación de los clubes y el mercado de fichajes era radicalmente opuesto al sistema occidental. Nos comprometemos a explicarlo con pelos y señales en otro artículo.
Desde muy pronto el Steaua de Bucarest se convirtió en uno de los gallitos del torneo doméstico rumano, con permiso de sus archienemigos y vecinos del Dinamo de Bucarest.
A pesar de multitud de títulos levantados en el país del Drácula, se trataba de un club absolutamente desconocido más allá de sus fronteras hasta bien entrada la década de los ’80.
En 1983 la leyenda Stelistii, Emeric Jenei, con un conocimiento profundo de los entresijos del club como carta de presentación, se convierte en su entrenador, dando el pistoletazo de salida a un proyecto ganador que no tardaría en dar sus frutos.
Resultó ser un técnico de lo más vanguardista, dotando de mucha importancia al factor técnico y psicológico, tan olvidado en la mayoría de clubes en aquellos tiempos.
Tenía costumbre de dar el once titular con tres días de antelación, afirmaba que de este modo quitaba incertidumbre a los jugadores y rebajaba la tensión.
Poco amigo de las largas reuniones tácticas, adoctrinaba a sus jugadores mediante pequeñas charlas en las que introducía aspectos importantes que quería remarcar.
Todo un estudioso de los rivales, a los que desmenuzaba minuciosamente en busca de antídotos para neutralizar sus fortalezas y atacar sus debilidades.
Jugando de memoria
Aquel equipo recibió el apodo de “Los Rápidos “. Tras una sequía de 6 temporadas sin conquistar la Liga de Rumania, se proclamaron campeones en la temporada 84-85. Título que le confirió la posibilidad de disputar la Copa de Europa el año siguiente.
Su equipo habitual podía recitarse de memoria: Duckadam, Ștefan Iovan, Adrian Bumbescu, Ilie Bărbulescu y Miodrag Belodedici (este último le recordareis también por su etapa en Estrella Roja y Valencia CF), Tudorel Stoica, Lucian Bălan, Laszlo Bölöni Mihail Majearu, Victor Pițurcă, Marius Lăcătuș y Gavril Balint.
Contra todo pronóstico se plantaron en la final de la Copa de Europa. El 7 de mayo de 1986 se enfrentaron al FC Barcelona de Terry Venables en Sevilla.
Los culés eran claros favoritos ante unos desconocidos venidos del Este de Europa y de un país con poca tradición balompédica todo sea dicho.
Los dacios tendrían que luchar contra viento y marea. Les esperaba un ambiente hostil, ya que, no habría aficionados rumanos en la grada. El Barça era claramente superior técnicamente y para colmo habían perdido por sanción a una pieza clave, Stoica.
Los blaugranas no plasmaron la superioridad y no fueron capaces de materializar las ocasiones que tuvieron. Nadie consiguió romper el 0-0 inicial, ni en los 90 minutos ni en la prórroga.
En el minutos 85, el capitán culé, Bernd Schuster, fue sustituido y tal fue su enfado que cogió un taxi y se marcho al hotel sin ver finalizar el encuentro. Como si de una premonición se tratase.
Aquel acto de indisciplina le costó al alemán no ser inscrito la temporada siguiente por su club.
Steaua de Bucarest, campeones por sorpresa
En la lotería de los penaltis hubo un solo héroe. El guardameta Helmuth Duckadam. Detuvo los 4 lanzamientos de los azulgrana, para hacer buenos los 2 goles rumanos.
Increíble la sequía goleadora de los culés en aquella final, incapaces de perforar la meta del Steaua del Bucares ni en los 180 minutos, ni en la tanda de penaltis.
Aquel modesto club acababa de lograr un hito inédito hasta la fecha. Por primera vez en la historia un equipo del bloque soviético conquistaba la máxima competición continental.
Duckadam, con solo 27 años y siendo la estrella en el partido más importante de la historia del Steaua de Bucarest, no volvería a vestir la camiseta de su equipo.
Poco después de la final sufrió un trombo en un brazo que le retiró del fútbol durante 3 años y a punto estuvo de costarle la amputación del miembro.
La historia negra, no oficial, cuenta que Ramón Mendoza, presidente del Real Madrid, obsequió al guardameta con un Mercedes como recompensa por los servicios prestados frente al eterno rival.
Supuestamente Valentin Ceausescu, hijo del dictador y máximo mandatario del club en la sombra, se encaprichó del coche y ante la negativa de Duckadam para regalárselo, la Securitate le destrozó los dedos a martillazos.
Después de tocar la gloria, aquel el Steaua de Bucarest siguió cosechando éxitos. Logró la Supercopa de Europa frente al Dinamo de Kiev, con un gol de un recién incorporado Gica Hagi, el «Maradona de los Cárpatos«.
Fin de ciclo
En Rumanía dominó en lo que restaba de la década de los ’80, alzándose con 4 Ligas más y 4 Copas.
Aquel equipazo logró una racha de imbatibilidad que se prolongó durante 104 partidos. Entre junio de 1986 y septiembre de 1989. Una hazaña que ningún equipo ha logrado superar a día de hoy.
Muy por detrás quedan el Lincoln y el Sheriff, con 88 y 63 encuentros invictos respectivamente. Los dos equipos que ocupan el segundo y tercer puesto de las mayores rachas de imbatibilidad del fútbol mundial
Aunque perdió la Intercontinental frente a River Plate, fue la derrota en la final de la Copa de Europa de 1989 la que dio paso a su decadencia. Como el régimen de Ceausescu, la época dorada del Steaua de Bucarest se acercaba a su fin.
Aquella final de Copa de Europa de 1989 se saldó con un contundente 0-4 para el incipiente AC Milan de Arrigo Sacchi.
Nicolae Ceaucescu fue derrocado el 25 de diciembre de 1989, y con él acababa la época dorada del Steaua de Bucarest. A pesar de su indiferencia por el deporte rey, no son pocos los episodios oscuros que vinculan algunos éxitos del club, con cierto trato de favor por parte régimen, pero eso ya es otra historia.