Como diría el gran Manolo Preciado, “Ni ahora somos el Bayern Leverkusen, ni antes éramos la última mierda que cagó Pilatos”
Esa naturaleza de ciencia inexacta es lo que lo hace realmente apasionante este deporte. Es habitual que los equipos gocen de ciclos gloriosos, para después caer en profundas crisis y volver a levantarse.
El fútbol es una auténtica montaña rusa. Un sube y baja de emociones. Los éxitos pueden estar a un par de días del más absoluto fracaso y viceversa.
Uno de los mejores ejemplos es el FC Kaiserslautern de mediados de los 90. En la temporada 94-95 el equipo de Renania-Palatinado logró un meritorio cuarto puesto a solo 3 puntos del campeón, Borussia Dortmund.
Además se quedaron a un paso de la final de la Copa de Alemania. Cayeron eliminados en semifinales por el equipo a la postre campeón, Borussia Mönchengladbach.
Como recompensa consiguieron una plaza para disputar la Copa de la UEFA de la temporada siguiente.
Los aficionados de los «Die Roten Teufel«, imbuidos por la euforia esperaban mejorar el exitoso curso anterior. Nada más lejos de la realidad.
De la cima al pozo
La UEFA se convirtió en poco más que un sueño de verano del que despertaron rápidamente. Superaron al Slovan Bratislava en primera ronda, para caer en dieciseisavos tras perder los dos encuentros de la eliminatoria frente al Real Betis.
En la Bundesliga las cosas no iban todo lo bien que se esperaba y el equipo se fue viniendo abajo por la falta de resultados. Un equipo acostumbrado a ganar que se fue hundiendo al ver que no alcanzaba el nivel de año anterior.
Ni siquiera el cambio de entrenador dio resultado y para la jornada 20 aquel equipo diseñado para competir por todo ocupaba una plaza de descenso, lugar que abandonaría durante el resto del campeonato.
Al igual que el Atlético de Madrid un par de temporadas más tarde, consiguió en la Copa de Alemania lo que la Bundesliga les negaba. Así fue pasando ronda tras ronda hasta plantarse en la final.
Una semana antes de la final de Copa certificaban matemáticamente su descenso. Aquella final para ellos sí, significó su redención y al menos pudieron darle una alegría a la afición en aquella aciaga temporada
El título copero no fue consuelo suficiente para los «Diablos Rojos», el FC Kaiserslautern es un club fundador de la Bundesliga. Demasiado grande para descender
En ocasiones es necesario es necesario tocar fondo para coger impulso o eso debieron pensar en Kaiserslautern. La maldita 95-96 tuvo algo positivo para ellos aunque a priori nadie reparase en ello.
Por segundo año consecutivo el campeón fue el Borussia Dortmund, lo que significó un golpe de timón en el Bayern de Munich, que despidió a Otto Rehhagel.
La revolución de los «Diablos Rojos»
El técnico renano llegó al gigante bávaro avalado por un buen puñado de títulos conseguidos en el Werder Bremen, pero no logró alzar ningún trofeo en Múnich.
El FC Kaiserslautern supo aprovechar su accidentada salida de Múnich y reclutarle para su causa. Era un técnico de otra categoría y el hecho de que no pasase por su mejor momento fue determinante para conseguir su fichaje.
Otto Rehhagel es un santo al que veneran en muchas partes de Alemania, pero sobre todo en Grecia.
Seguro que muchos le rezaron esperando sus milagros, pero «San Otto» solo tiene un secreto, aunque extremadamente efectivo, el trabajo duro.
Rehhagel consiguió mantener al grueso del equipo, que a pesar del descenso era un equipo ganador, como habían demostrado la temporada anterior.
Los «Diablos Rojos» no tardaron en volver a la senda de la victoria y certificaron un meteórico ascenso a cuatro jornadas de la conclusión de la Bundesliga 2. Exactamente un año después regresaban a la élite del fútbol germano.
En la planificación para el regreso a la Bundesliga Rehhagel volvió a repetir estrategia. Mantener la columna vertebral del equipo.
Aquel FC Kaiserslautern contaba con futbolistas como el portero Reinke, alguna vieja gloria como Andreas Brehme, el zaguero Michael Schjønberg, los checos Miroslav Kadlec, Pavel Kuka o un jovencísimo Michael Ballack.
Regreso a lo grande
Además recuperó un viejo conocido del club, el helvético Ciriaco Sforza, que había abandonado el club rumbo a Múnich la temporada antes del descenso.
Su aventura en Baviera no había ido todo lo bien que cabía esperar y había emigrado al Inter de Milán con idéntico resultado.
A pesar de las ofertas Sforza se decantó por el FC Kaiserslautern gracias a la insistencia de su entrenador, que según cuentan no paró de llamarle durante todo el verano.
Rehhagel cumplió sus promesas y Sforza fue una pieza clave en el centro del campo y fundamental esa temporada para el equipo.
La primera jornada quiso que el Kaiserslautern debutara frente al campeón de la temporada anterior, el Bayern de Munich.
El partido tenía su morbo, el campeón de segunda se medía al campeón de primera, pero sobre todo Rehhagel se enfrentaba a su antiguo club, aquel que le había echado por la puerta de atrás.
El Bayern era claro favorito a llevarse aquel partido y el título de la Bundesliga, pero los «Diablos Rojos» eran un equipo sólido que había recuperado sus buenas sensaciones.
Contra todo pronóstico los renanos sorprendieron a los bávaros en el Olympiastadion. Vencieron 0-1 con un gol del mítico defensa Schjønberg.
El milagro del Kaiserslautern
Aquella victoria supo a gloria a Rehhagel y, en parte le daba la razón en su vieja disputa con el Bayern. Se habían equivocado con él y todavía se lo iba a dejar mucho más claro.
Aquella temporada 1997-9198 los «Diablos Rojos» se alzaron al liderato en la jornada 4, todavía en el mes de agosto, posición a la que se aferraron hasta conquistar su segunda Bundesliga, el cuarto contando los dos Campeonatos de Alemania de los años 50.
El recién ascendido Kaiserslautern ganó el título en la penúltima jornada tras imponerse 4-0 al VfL Wolfsburgo en el Fritz-Walter-Stadion.
El santo Otto Rehhagel había obrado un nuevo milagro, y no sería el último.
El cuanto al Kaiserslautern, actualmente milita en la Bundesliga 3 y atraviesa una crisis económica que a punto ha estado de suponer su desaparición.