Nació en agosto de 1946 en Zeneta y comenzó en esto de fútbol en la cantera del Real Murcia como delantero centro, posteriormente reconvertido en lateral derecho.
La falta de oportunidades en el equipo pimentonero provocó que José Luis Ponce se fuese a buscar la vida en equipos de menor categoría. Pasó por el modesto Águilas FC y en 1961 fichó por el CD Ourense, por entonces en Segunda División.
Buscando un hueco en la élite
Su contratación fue una apuesta personal del entrenador de los “Rojillos”, que vio en él la alternativa perfecta al delantero titular. Además Ponce llegó a Galicia con la promesa de un sueldo mensual que alcanzaba las 2.500 pesetas, nada mal para la época.
Apenas jugó dos partidos en su primera temporada en el CD Ourense, el entrenador que le contrató se marchó y el nuevo técnico tampoco confió mucho en él . Tras apenas diez encuentros y un único gol el equipo gallego rescindió su contrato.
José Luis Ponce se buscó la vida en equipos de Tercera División, cuajando dos buenas campañas en el Club Deportivo Constancia, donde comenzó a jugar como lateral.
Entonces el Elche CF le ofreció una nueva oportunidad en el fútbol profesional. Desembolsó algo menos de un millón de la antiguas pesetas para hacerse con los servicios de Ponce y su debut no pudo ser más complicado. En el Santiago Bernabéu y marcando a Paco Gento, uno de los mejores extremos del mundo. Los ilicitanos cayeron 4-1 con dos goles de “La Galerna del Cantábrico. ”
Tras dos años en Elche jugó en Córdoba CF, Calvo Sotelo CF y, en 1971, ya en la treintena le llegó la oportunidad de volver a su querido Real Murcia.
Entre medias probó fortuna en el Toronto Falcons, donde estuvo a las órdenes de Ladislao Kubala, pero fue una aventura muy breve.
El regreso más esperado
Ahí arrancó la mejor etapa como futbolista de José Luis Ponce, se hizo con un hueco fijo en el once titular y en apenas dos años ascendieron de Tercera División a la élite del fútbol español.
Pese a jugarlo casi todo con los pimentoneros y rendir a buen nivel decidieron no renovarle el contrato debido a sus andanzas en la noche murciana.
En aquella época se puso de moda la centramina, una anfetamina que se podía comprar sin prescripción médica. José Luis Ponce y otros futbolistas del Real Murcia aseguraron que el fisioterapeuta la administraba como una mezcla de hidratos y vitaminas. A muchos les generó una tremenda adicción en una época en la que no existían los controles antidoping en el fútbol español.
Descenso a los infiernos
Parecía que la suerte le iba a sonreír cuando su representante le ofreció un contrato con el Olympique de Marsella, equipo en el que tendría la oportunidad de “pescar” un buen dinero de cara a la retirada, así como compartir vestuario con estrellas internacionales como Jairzinho o Trésor.
Las noticias de su nada saludable estilo de vida también llegaron a Francia y tiraron por tierra el fichaje. Ponce se quedó así por enésima vez sin equipo. La situación le superó. Ya no pudo soportarlo más.
Despidió a su representante en Marsella y emprendió en coche junto a su novia Purita el viaje de vuelta a España. Hicieron una parada en Andorra, donde compraron una escopeta y un revolver. Ya no había vuelta atrás.
El 7 de octubre de 1974 Ponce y Purita, los Bonnie & Clyde españoles, atracaron el Banco Ibérico de Murcia, llevándose un botín que superó el millón de pesetas, pero con ese tren de vida el dinero se termina rápido y el 23 de diciembre se llevaron otras 204.000 pesetas de la Caja Rural Central de Orihuela.
Pero al igual que en el primer atraco todo salió rodado, en su segunda aventura delictiva las cosas se torcieron. Los empleados creyeron que las armas eran falsas y se abalanzaron sobre José Luis Ponce, causándole diversas heridas en la cara, además al ir a quemar el coche se quitó el maquillaje y fue reconocido por varios niños.
Una auténtica chapuza que concluyó con su detención en Córdoba apenas cinco días después del atraco. El Bonnie & Clyde a la española había llegado a su fin.
Cumplió seis años de condena en Carabanchel, donde reconoció que pasó por su mente acabar con la vida de Felipe Mesones, entrenador al que culpaba de acabar con su carrera.
Ya en libertad pudo reencauzar su vida y se hizo representante de jugadores, pero el de José Luis Ponce es otro ejemplo de cómo una mala cabeza puede arruinar la vida de un futbolista.