Siempre identificamos la camiseta del Betis con sus inseparables trece franjas horizontales verdes y blancas,, aunque durante sus primeros años, desde su fundación en 1907, esta fue azul.
La primera explicación que se nos puede venir a la mente es que la zamarra es verdiblanca representando los colores de la bandera de Andalucía. Nada más lejos de la realidad, la explicación está a miles de kilómetros de Sevilla.
A comienzos de la década de 1910, Manuel Ramos Asensio, entonces capitán y entrenador del Real Betis, había estudiado durante varios años en Escocia y decidió vestir a su equipo a imagen y semejanza del exitoso Celtic de Glasgow.
Durante la Primera Guerra Mundial la camiseta del Betis volvió a ser azul, porque el conflicto bélico impidió la comunicación marítima entre los puertos de Sevilla y Glasgow, recuperando el color verdiblanco a comienzos de 1919, una vez finalizados los combates.
Es curiosa la relación que siempre han mantenido Betis y Celtic, ya que el legendario entrenador Patrick O’Connell, que estuvo al mando del equipo bético en la conquista de su única Liga Española hasta la fecha, dio sus primeros pasos en el Belfast Celtic FC, un equipo creado en la capital de Irlanda a imagen y semejanza del club de Glasgow.
Pavor al blanco
Hubo una vez, solo durante cuatro minutos que el Betis lució una camiseta blanca como la de su vecino y eterno rival.
Sucedió a comienzos de 1974 en un duelo ante el Sant Andreu. La agencia de viajes se lio al enviar las equipaciones y, para no coincidir con los locales durante cuatro minutos tuvieron que vestir su segunda camiseta, blanca para su desgracia. Eso sí, transcurrido ese tiempo llegó la camiseta correcta y se cambiaron rápidamente.
Dos décadas más tarde se dio una circunstancia similar en el Salto del Caballo. Por la coincidencia de colores el Betis como visitante debían cambiarse, pero no habían viajado con la segunda equipación.
Los locales les ofrecieron su segunda camiseta, como ya habréis imaginado de color blanco, a lo que el máximo mandatario bético respondió airadamente: “No me visto como un palangana”.
En aquel conflicto tuvo que mediar el delegado del Gobierno de Castilla-La Mancha y finalmente fueron los locales los que se cambiaron de camiseta, obteniendo su pequeña victoria Manuel Ruiz de Lopera.