Esta forma de entender el juego tuvo sus precursores en la Hungría de los ’50 o la fina escuela austríaca encabezada por Hugo Meisl.
Ese equipo bautizado como la Naranja Mecánica quedó en la retina de todos los aficionados como uno de los más innovadores de la historia. Daba gusto verlos.
Era la mezcla perfecta entre vistosidad y efectividad. Los futbolistas siempre recurren al tópico de todos defendemos y atacamos. Jongbloed, Krol, Rijsbergen, Suurbier, Haan, Jansen, van Hanegem, Neeskens, Cruyff, Rensenbrink y Rep lo hicieron de verdad.
No tenían una posición fija en el campo. Su filosofía se basaba en llegar, no en estar. Sorprender al rival constantemente. Todo parecía anárquico, pero funcionaba como un reloj suizo.
En la primera fase doblegaron a Bulgaria y Uruguay. Sólo Suecia les pudo arrancar un empate a 0.
Hicieron una segunda fase de grupos impoluta. Ganaron los 3 partidos sin encajar un solo tanto. Le endosaron 4 a Argentina, 2 a Brasil y otros 2 a la RDA. Único equipo capaz de vencer a Alemania Federal en aquel torneo.
La hora de los valientes
Así se plantaron como claros favoritos en su primera final de un Mundial. Han jugado 3. Todas las han perdido.
Cuatro de la tarde del 7 de julio de 1974. El sol de Baviera y los más de 75.000 espectadores que abarrotan el Olímpico de Múnich esperan recuperar el cetro mundial 20 años después del milagro de Berna.
Del otro lado, el equipo del momento. Unos chicos melenudos, desgarbados y vestidos de naranja. Su dominio del balón, el espacio y el tiempo les hace prácticamente imbatibles sobre un terreno de juego.
Cógeme si puedes
El inglés John Taylor pita el inicio del encuentro. Cruyff toca en corto para van Hanegem, que retrocede el balón hasta los pies de Neeskens. Éste abre a la banda izquierda para Krol.
El lateral la cede a los centrales que comienzan un juego de pases horizontales. Poco a poco van avanzando y retando a los jugadores alemanes. Cuando se quieren dar cuenta todas las camisetas “oranje” están en su campo.
Llega el momento. “El Flaco” recibe en el círculo central. Aparta Haan que esta es mía. Se para.. Otea el horizonte. Frente a él un perro de presa. Arranca. Se cambia de pierna el balón. Otro cambio de ritmo. Vogts no puede hacer nada.
Cruyff se mete entre tres jugadores. Pisa área y Hoeness va directo a su tobillo. Penalti. No había otra forma de parar a ese galgo naranja.
Apenas se ha jugado un minuto de final. Ha habido 17 toques de balón (sólo de jugadores holandeses) y Johan ha pintado sobre el césped alemán uno de sus lienzos más memorables.
Neeskens fusila desde los once metros. Ya se ven campeones. Error. Son muy superiores, sí, pero el exceso de confianza y al fe inquebrantable de los germanos les arrebatarán el título de las manos.
La confianza de los tulipanes en la victoria era absoluta, como demostraron más tarde las palabras de Johnny Rep:
Aquí os dejamos la legendaria jugada de “el Holandés Volador”. Pasen y vean es un deleite para los sentidos: