Seguro que os lo habéis preguntado cuando habéis visto a la selección uruguaya ¿Si han ganado dos Mundiales, porque su camiseta celeste luce cuatro estrellas?
Los charrúas organizaron la primera Copa del Mundo en 1930, en ese torneo doblegaron en la final a sus vecinos argentinos. 20 años después hicieron lo propio contra Brasil en el archiconocido Maracanazo.
Deberían tener dos estrellas en lugar de cuatro ¿Algo no cuadra, verdad? Para entenderlo hay que remontarse 95 años en la historia. Justamente 6 años antes del primer Mundial.
Esta costumbre de poner estrellas en la camiseta para representar títulos conquistados, es tan antigua como el propio fútbol.
En el caso de los combinados nacionales está reservada exclusivamente a los 8 equipos que han sido capaces de levantar la Copa del Mundo, antes trofeo Jules Rimet.
1924, París celebra los Juegos Olímpicos y la FIFA decide organizar el torneo de fútbol, siempre que éste tuviese lugar de acuerdo a su normativa. A cambio el máximo organismo del fútbol reconocería el torneo como campeonato mundial.
La selección uruguaya había ganado la Copa América un año antes y haría lo propio en 1924. Eran el equipo más potente de Sudamérica. No perdieron ni un solo encuentro en esas dos ediciones del torneo más antiguo de selecciones.
De París a Ámsterdam
El equipo entrenado por Ernesto Fígoli tenía un equipazo con el goleador Pedro Petrone “El Artillero” en la punta de lanza.
En la Ciudad de la Luz no dieron opción a ninguno de sus rivales. Contundente 7 a 0 en la fase previa contra Yugoslavia.
3-0 a Estados Unidos en octavos. Goleada a la anfitriona en cuartos (5-1). 2-1 contra Holanda en la penúltima ronda y 3 a 0 en la final contra Suiza. Medalla de oro y pichichi para Petrone con 7 tantos.
Tras el encuentro la selección uruguaya festejó el título dando una vuelta al campo. La primera vuelta olímpica en la historia del fútbol
Cuatro años más tarde la cita era en Ámsterdam y, de nuevo la selección uruguaya contó sus partidos por victorias. 2 a 0 en la primera ronda contra el equipo anfitrión. 4-1 a Alemania (República de Weimar en aquel momento) y ajustado triunfa en la semifinal contra Italia (3-2).
El último peldaño deparó un Clásico del Río de la Plata. El 10 de junio de 1928 uruguayos y argentinos empataron a uno en la capital neerlandesa y hubo que recurrir al desempate.
Se jugó tres días después y los charrúas ganaron su segunda medalla de oro consecutiva. Otra estrella para la selección uruguaya.
Años después la FIFA reconocería estos dos torneos de fútbol en los Juegos Olímpicos como campeonatos mundiales. De ahí que la selección uruguaya luzca con orgullo las cuatro estrellas encima de su escudo.
La garra charrúa
¿Qué tienen en común todos estos campeonatos? Los ganó el conjunto celeste haciendo gala de la celebre garra charrúa.
Fue precisamente en la década de 1920 cuando se originó el apodo que desde entonces ha acompañado a la selección uruguaya.
¿A qué hace referencia? A una fe inquebrantable de los uruguayos en la búsqueda de la victoria. Su lema, no rendirse nunca. Una identidad forjada a base de trabajo y sacrificio.
Esta garra charrúa hace referencia al pueblo amerindio del mismo nombre que habitó territorio de Argentina, Brasil y Uruguay durante los siglos XVI y XVII.
Unos indígenas americanos que se caracterizaban por un bravo y estoico carácter, cuyo coraje no les permitía rendirse por más grande que fuese la adversidad.
Ese mismo espíritu del que se han empapado combinado nacional para tumbar a sus vecinos del río de la Plata en la final del primer Mundial o remontar contra todo pronóstico a Brasil en Maracaná con goles de Schiaffino y Ghiggia.
Uruguay, un pequeño país con algo más de 3 millones de habitantes y un espíritu indomable. Cuando veáis su camiseta celeste ya sabéis porque luce cuatro estrellas en el pecho.