Hay momentos en la vida, que para bien o para mal, nunca se olvidan. El 21 de junio de 1970 un Roberto Baggio de apenas 3 años consoló a su padre tras ver como la legendaria Brasil de los “cinco dieces” le endosaba un doloroso 4-1 a Italia en la final del Mundial.
Agarrado a su rodilla le prometió que él vencería a los brasileños y devolvería la copa a la azzurra. 24 años después “Il Divino” con el Balón de Oro bajo el brazo se marcó un torneo para recordar, conduciendo a su país a la final exhibición tras exhibición, marcando en todas las rondas eliminatorias ante Nigeria, España y Bulgaria.
La de 1994 fue la primera final de una Copa del Mundo decidida en una tanda de penaltis. Tras un aburrido 0-0 en los 120 minutos de tiempo reglamentario y prórroga, Brasil se impuso 3-2 a Italia.
La victoria de la canarinha llegó tras el archiconocido penalti de Roberto Baggio que se fue a las nubes. Antes habían fallado sus compañeros Franco Baresi, Daniele Massaro y, Marcio Santos por parte de los brasileños.
Aquel fallo del “10” marcó no solo el resto de su carrera deportiva, también la vida de uno de los futbolistas más talentosos que nos ha dado el país transalpino. Nunca se ha perdonado aquel fallo y llegó a pensar incluso en el suicidio.
Zagallo “lo sabía”
La «Divina Coleta» cuenta en su autobiografía que decidió lanzar la pena máxima al medio y a media altura para evitar que Taffarel se la sacase con los pies, pero el balón se marchó a las nubes.
Los brasileños dicen que fue Ayrton Senna, fallecido en un accidente automovilístico en tierras italianas unos meses antes, quien elevó la pelota por encima de la portería del Rose Bowl para hacer tetracampeón a su país.
Había una persona en el estadio que “sabía” que el astro italiano erraría el lanzamiento. Mario Zagallo instantes antes de la ejecución de la pena máxima pronosticó una cábala que para muchos será fruto de la casualidad, pero que se terminó cumpliendo.
El staff técnico de Brasil se giró de espaldas al comienzo de la tanda de penaltis. Presos de los nervios prefirieron no ver los lanzamientos. Así fue hasta que llegó el turno de Roby, entonces “El Lobo” le dijo a Parreira que ya podían mirar ¿El motivo? Todas letras de Roberto Baggio sumaban el número 13 y el italiano iba a fallar la pena máxima. El resto es historia.
Los brasileños celebraron y el bueno de Baggio jamás ha podido escapar del recuerdo de aquel penalti. Su alma futbolística, se quedó para siempre sobre el césped del Rose Bowl. Inconsolable.