Pese a contar sus partidos por victorias en aquella Copa del Mundo, no lo fue ni mucho menos un camino fácil. Se midieron a grandes rivales y en algún encuentro incluso tuvieron que remontar.
Era un equipo al que se le atragantaban las primeras partes. Eso sí, cuando la máquina futbolística comenzaba a carburar se imponía su tremenda calidad.
Hicieron una fase de clasificación impoluta para el torneo mexicano. 6 victorias, 23 goles a favor y solo 2 en contra.
La «canarinha» se plantaba en el país azteca con el doble objetivo de recuperar la Copa y sanar las heridas físicas y morales sufridas en Inglaterra cuatro años atrás.
Eran el rival a batir y los oponentes se emplearon con excesiva violencia para frenarles. No obstante la dureza de aquel torneo hizo que la FIFA incluyera por primera vez las tarjetas en el Mundial de 1970.
Solución salomónica
No solo los rivales les ponían piedras en el camino. También tenían problemas en casa. El seleccionador Saldanha consideraba que Pelé, algo mermado físicamente por tanto partido y tanta patada, debía salir del equipo.
En un amistoso frente a Bulgaria previo a la Copa del Mundo le dejó en el banquillo. El revuelo fue de tal magnitud que la Confederación Brasileña sustituyó al técnico y cedió el testigo a Mario Zagallo, compañero de aventuras de “O Rei” en los triunfos de 1958 y 1962.
Había mucho gallo en el mismo corral y no era sencillo completar el rompecabezas. Todos ellos eran estrellas en sus equipos y había que lidiar con sus respectivos egos.
Por este motivo el nuevo seleccionador organizó una reunión con los pesos pesados de la plantilla en el hotel Das Palmeiras de Río de Janeiro para dejar claro el papel de cada uno. Nacía una delantera mítica. El resultado no pudo ser mejor.
Considerado por muchos el mejor equipo de todos los tiempos, es también conocido como el Brasil de los “cinco dieces”, ya que, en el jugaban cinco jugadores de distintos equipos que ocupaban la posición de “10”.
Para ser exactos eran cuatro dieces, Jairzinho, fue extremo durante gran parte de su carrera, aunque en sus inicios y en el ocaso de su vida deportiva sí se desenvolvió en dicha posición.
Una delantera legendaria
Pelé, ganador de dos Copas del Mundo, 1958 y 1962, no llegaba en plenitud de condiciones, pero seguía siendo uno de los mejores del mundo.
Durante su carrera había sido machado por los rivales, que intentaban contrarrestar sus virtudes a base de patadas. Sin ir más lejos, cuatro años antes en Inglaterra, el zaguero portugués Joao Morais le dejó fuera de combate el día que la campeona hincó la rodilla.
Tras ese Mundial, Pelé aseguró que no volvería a la selección. Por suerte para su país y para los amantes del fútbol no cumplió su promesa.
En México marcó 4 goles y dejó jugadas para el recuerdo, como su regate sin tocar el balón a Mazurkiewicz, el “no gol” más famoso de la historia o su intento de batir a Ivo Viktor desde el medio campo.
Ambas acciones no terminaron en gol, pero por su belleza han quedado en el imaginario de todos los aficionados.
Tostao era el buque insignia de un Cruzeiro que había conquistado el Campeonato Mineiro durante cinco años seguidos.
Poseía una zurda prodigiosa y una imaginación sin límites para ver pases allí donde otros se quedaban sin ideas. En México aportó su inigualable visión de juego y 2 goles.
Jairzinho por su parte logró 7 tantos, emulando el récord de Just Fontaine en 1958, marcando en todos lo partidos que disputó en la Copa del Mundo de 1970.
También apodado “Huracán”, corría como una exhalación. Habilidoso, vertical y con una tremenda facilidad para el desborde. Además lucía un potente disparo.
Es una de las mayores figuras de Botafogo, a las puertas de cuyo estadio construyeron una estatua de bronce de dos metros de altura.
Talento a expuertas
Rivelino, rebautizado como “Patada atómica” y siempre luciendo su frondoso bigote, era el ídolo de la torcida de Corinthians.
Un maestro del amago que rompía las caderas los defensas sin aparente esfuerzo. Aportó 3 goles a aquel magnífico Brasil de 1970.
El último de los “cinco dieces”, pero no por ello el menos importante era Gerson, por entonces emblema de Sao Paulo.
En México se desenvolvió por la banda derecha y desde ahí construyó muchas de las grandes jugadas de Brasil.
A estos cinco cracks se les unían jugadores de mucho nivel como el temperamental Clodoaldo, Everaldo, Piazza, Brito, el experimentado capitán Carlos Alberto y el portero Félix.
Brasil debutó en esta Copa del Mundo el 3 de junio de 1970. Los checoslovacos fueron la primera víctima (4-1) de unos brasileños que empezaban a mostrar todo su potencial en el Estadio Jalisco.
El partido esperado por todos llegó cuatro días después. La aspirante frente a la vigente campeona. Jairzinho puso el único gol de un duelo vibrante en el que Gordon Banks le hizo la parada del siglo a Pelé.
Con la clasificación en el bolsillo los brasileños se relajaron un poquito, aún así se impusieron 3-2 a Rumanía.
En cuartos se vieron las caras con una de la grandes revelaciones del torneo, Perú, con Teófilo Cubillas en estado de gracia. 4-2 en otro de los grandes partidos del torneo.
Para acceder a la gran final la “verdeamarela” tuvo que derrotar a la vigente campeona de la Copa América, Uruguay, remontando el tanto inicial de Luis Cubilla.
La guinda del pastel
El 21 de junio de 1970 Brasil conquistaba su tercera Copa del Mundo. Los ojos del planeta fútbol estaban fijos sobre el Estadio Azteca y la “verdeamarela” lució una vez más su mejor cara.
Ambos contendientes habían ganado el trofeo en dos ocasiones. Estaba en juego quedarse la Copa Jules Rimet en propiedad.
“Lobo” Zagallo, sinónimo de éxito en los Mundiales, se convirtió en el primer entrenador en conquistar la Copa el Mundo como jugador y como entrenador. Selecto club al que más tarde se unieron Franz Beckenbauer y Didier Deschamps.
Es una auténtica institución en su país. Ha estado presente en 4 de los 5 trofeos que ha conquistado Brasil. Dos como jugador, uno como seleccionador y en 1994 como asistente técnico de Carlos Alberto Parreira.
Cuatro días antes ese mismo estadio presenció la semifinal entre Alemania e Italia bautizada como “El Partido del Siglo”. Un duelo que culminó en una vibrante prórroga.
Sin duda la “azzurra” acusó el esfuerzo y las elevadas temperaturas, especialmente en la segunda mitad de la final en la que claudicó ante el rodillo brasileño.
El encuentro comenzó con una lucha de poder a poder. Sin reservas. Pelé desequilibró la balanza en el 18’ con un testarazo imponente para seguidamente dejar una de las celebraciones más recordadas junto a Jairzinho.
Fútbol de otro planeta
Italia no se achicó y se volcó sobre la portería contraria. En el minuto 37 Boninsegna aprovechó un error obsceno del meta Félix para poner la igualada.
Cuando las fuerzas flaquean sale a flote la calidad técnica. Un vendaval de fútbol de 20 minutos terminó con todas las esperanzas de los transalpinos.
Al trallazo de Gerson le siguió el gol de Jairzinho sin tiempo parar reaccionar. En el 86’ Carlos Alberto puso la puntilla culminando otra genial jugada colectiva con un potente disparo raso.
Brasil era el nuevo propietario de la Copa, además protagonizó una final sublime que ponía la guinda al Mundial más bello de la historia.
Sin jugadores encorsetados. Fútbol espectáculo. Desterrando las encarnizadas persecuciones a los peloteros vividas en el torneo anterior.
Aquel Brasil de 1970 se quedó lejos de los 27 goles logrados por Hungría en 1954, pero sus 19 tantos no son una cifra desdeñable. Salieron a tres por encuentro.
Un conglomerado de estrellas, que supieron aclimatarse y asociarse para poner su talento al servicio del colectivo. Un soplo de aire fresco que enamoró a una generación de futboleros.
El Brasil de 1970 nos evoca un recuerdo nostálgico de los tiempos en los que la calidad técnica se imponía al rigor táctico y los futbolistas hipermusculados. Fútbol con sabor a diversión.