Desde su «trono» en la RFEF controlaba todo lo que giraba en torno a este deporte, muy a pesar de los diferentes dirigentes que tuvo durante su reinado la Liga Española.
Villar fue un hombre de fútbol desde la cuna, ya que nació en San Mamés. Y esto no es una frase hecha. Es literal.
Como si fuera un presagio, Villar se crio en una de las viviendas que formaban parte de la estructura del antiguo estadio.
Estas casas compartían paredes con la vieja catedral del fútbol, encajonándola en aquel entramado urbano. Todas ellas fueron demolidas en la reforma del estadio para la Copa del Mundo de 1982.
Un hombre de club
Como no podía ser de otra forma, se formó en la cantera del Athletic Club y tras un par de temporadas en CD Galdakao y CD Getxo, volvió a San Mamés, para debutar en el primer equipo en 1971.
Con «Los Leones» desarrolló toda su carrera profesional, consiguiendo una Copa del Generalísimo (1973) y un subcampeonato de la Copa de la UEFA (1977).
Villar jugaba como mediocentro, más destructor que constructor. Un tipo recio y disciplinado que se marcó como prioridad no perder un solo balón y en esa máxima se basó todo su juego.
Se prodigaba poco en ataque pero era seguro como un tractor. Hay incluso quien le atribuye haber introducido en el fútbol el pase atrás.
Salvo en su última campaña, fue titular indiscutible durante los 10 años que vistió la camiseta del club bilbotarra, tiempo en el que disputó 361 partidos y anotó 11 goles.
Rivalidad eterna
El 24 de Marzo de 1974, El Athletic recibió al FC Barcelona en San Mamés con motivo de la jornada 27 de Liga.
Por si la rivalidad entre ambos clubes fuera poco, aquel no era cualquier Barça, era el de Johan Cruyff, que con el fichaje del holandés inició un meteórico ascenso hasta la cima de la clasificación. El mismo que poco antes había endosado un doloroso 0-5 al todopoderoso Real Madrid.
En Bilbao había ganas de revancha tras la derrota por 2-0 de la ida en el Camp Nou.
Como en muchas otras ocasiones, Villar se encargaba del trabajo sucio, igual en el partido de ida, debía marcar a la estrella rival, Johan Cruyff.
Villar era un tipo delgado, más fuerte de lo que aparentaba y. con esa raya muy marcada a la izquierda que le confería un aspecto de chico formal.
El incidente Villar-Cruyff
Según cuenta el propio Villar, Cruyff le hizo una dura entrada y le rompió la espinillera, pero sobre todo le hirió en el orgullo.
Aquellas espinilleras traídas desde Inglaterra eran muy caras y de no haber sido de gran calidad le habría partido la tibia, asegura el ex futbolista vasco.
Villar se picó y decidió tomarse la justicia por su mano. Nunca mejor dicho. En el siguiente córner intentó propinarle un puñetazo en la cara a Cruyff. Un golpe que «El Flaco» esquivó ágilmente y que tan solo consiguió impactar levemente, como una leve bofetada.
El árbitro que se encontraba muy cerca y vio perfectamente la jugada no dudó en expulsar a Villar, que se marchó aún más herido en su orgullo, ya no solo por la expulsión, mucho más por la escasa efectividad de su venganza.
Por si esto fuera poco, el club le reprimió públicamente, incluso Iribar condenó su acción y, el presidente le impuso una multa interna de 100.000 pesetas, más o menos una mensualidad de su sueldo, además de la pertinente sanción de cuatro partidos del Comité de Competición.
