Los magiares eran el gran favorito, contaban sus partidos en el torneo por goleada y eran los vigentes campeones de los Juegos Olímpicos.
Por su parte, los brasileños buscaban olvidar el Maracanazo sufrido cuatro años atrás y dar una alegría a un país sumido en la depresión desde entonces.
Tensión in crescendo
En lo meramente futbolístico el “Equipo de Oro” se llevó el gato al agua imponiéndose 4-2 gracias a los tantos de Hidegkuti, Kocsis (2) y Lantos, mientras que Djalma Santos y Julinho marcaron para la “verdeamarela”, pero el partido destacó por el repertorio de golpes bajos y agresiones entre ambos contendientes.
Las hostilidades arrancaron en la segunda mitad. Tras una agresión de Brandaozinho a Hidegkuti tuvo lugar la primera tangana. Poco después Bozsik y Nilton Saltos se enzarzaron a golpes y ambos enfilaron el túnel de vestuarios antes de tiempo.
Desde ese momento las faltas no fueron tratando de cortar las jugadas de los rivales, más bien una forma intencionada de dañarles.
Espectáculo dantesco
En el tramo final Humberto Tozzi también fue expulsado. Pese a su súplica de rodillas el colegiado inglés no tuvo clemencia. En aquel duelo se sancionaron la friolera de 42 faltas, dos penaltis y hubo tres expulsados.
La tensión tuvo su punto álgido tras el pitido final, cuando los futbolistas brasileños fueron directos a por el árbitro Arthur Ellis e iniciaron una dantesca batalla campal sobre el césped que se trasladó a los vestuarios y fue sofocada veinte minutos después por las fuerzas del orden suizas.
El técnico brasileño golpeó con un zapato a su homólogo húngaro, que recibió cuatro puntos de sutura por la herida que le provocó en la cara. Cuentan que Puskas, que no jugó el partido al estar lesionado, lanzó desde la grada una botella que impactó de lleno sobre Pinheiro, el único que trató de poner sentido común en medio del caos.
Para sorpresa de todos y pese a la bochornosa imagen ofrecida en la Batalla de Berna, la FIFA decidió no sancionar a ninguno de los protagonistas.