Nacido en 1943, tuvo una breve carrera musical y una supuesta carrera automovilística antes de entrar en el mundo empresarial.
La compra y venta de empresas, como Adidas entre otras, le reportó ingentes beneficios y popularidad.
Su estrategia se basaba en la compra de empresas hundidas para reflotarlas y venderlas.
La popularidad, como en el caso de Jesús Gil, le vino de la mano del fútbol.
Bernard Tapie se hizo con la presidencias del Olympique de Marsella en 1986, el gran club histórico del fútbol galo.
En aquel momento vivía en inmerso en una crisis institucional y deportiva, vagando por los últimos puestos de la clasificación.
El milagro de Tapie
Su último título databa de 1976, una década antes.
Con Tapie llegó una importante inversión que trajo grandes fichajes como Papin, Giresse, Karl-Heinz Förster o Klaus Allofs.
La inversión no tardó mucho en dar sus frutos y en 1989 levantaba liga y copa de Francia.
Con la gloria llegaron más y mejores futbolistas a la plantilla; Enzo Francescoli, Éric Cantona, Dragan Stojkovic, Rudi Völler o Alen Boksic.
Las tres siguientes temporadas, hasta 1992 revalidó el título de liga, pero lo mejor estaba por llegar.
Inmerso en esa ola, el hombre que había devuelto la gloria al club, se convirtió en uno de los hombres más populares de Francia.
Tapie llegó a ser ministro, diputado en la asamblea nacional y candidato a la presidencia del país.
Empresario, presidente populista de club de fútbol y político.
Huele a Jesús Gil, se parece a Jesús Gil, pero no es Jesús Gil.
El plan de Tapie era claro, que los seguidores del Olympique de Marsella le llevasen a Palacio del Eliseo.
Un hito irrepetible
En 1993 consiguió algo nunca visto, que un equipo francés levantara la Copa de Europa.
Ya en 1991 había llegado a la final, pero no fue capaz de vencer al Estrella Roja.
Ahora si, en 1993 los marselleses vencieron en la final al mítico AC. Milan, el equipo más poderoso del continente.
Y ahí fue cuando todo empezó a torcerse.
Una semana antes de la gran cita, el Olympique se enfrentaba al Valenciennes.
Tapie, con el objetivo de llegar al partido más importante de la historia del club en plenitud de condiciones compró aquel partido.
El objetivo era que nadie sufriera una lesión inesperada y se perdiera la gran cita.
De héroe a villano
En agosto de 1993 se descubrió el pastel y todo se vino abajo.
Se demostró que al menos Christophe Robert y Jorge Burruchaga, jugadores del Valencienes, habían cobrado un soborno por amañar aquel partido.
En el caso de Robert, incluso se descubrió el dinero enterrado en el jardín de su suegro.
Jean-Jacques Eydelie, jugador del Olympique, llevó el dinero personalmente al día siguiente del partido.
El rastro de aquel dinero llegaba hasta el director general del Olympique, Bernès, y de él hasta Tapie.
La trama era tal que salpicó desde al alcalde de Valenciennes, intermediario o al menos cooperador necesario, hasta Primorac.
Primorac era el entrenador del Valenciennes y aunque se cree que no participó en la compra, todo indica que se le intentó sobornar después para que asumiera parte de la responsabilidad.
Pero aquel partido solo fue la punta del iceberg.
Pronto empezó a aflorar una montaña de corrupción que manchaba todo lo conseguido por el Olympique de Marsella en esos años.
Cuanto más se investigaba más corrupción afloraba, mucha se pudo probar y otra no, pero el club y Tapie quedaron marcados para siempre.
La mancha imborrable
La justicia francesa condenó a Tapie por corrupción y le reconocía como principal artífice del plan.
El Olympique fue privado de su 5ª liga consecutiva, la 92-93, la de ese fatídico partido frente al Valenciennes.
Bernès decidió colaborar con la justicia y sus detalles fueron claves para condenar a Tapie.
Se le acusó de malversar hasta el equivalente a 3000 millones de pesetas de la época.
Tapie fue condenado a 18 meses de prisión, 30 más por malversación y fue inhabilitado.
El equipo fue sancionado con el descenso administrativo a 2ª división.
Aunque conservó la copa de Europa no pudo disputar la intercontinental, ni la supercopa de Europa.
Además fue expulsado de las competiciones Europeas durante un año, lo que le impidió defender el título la edición siguiente.
Tuvo que vender a sus grandes estrellas, como a Futre a la Reggiana, Desailly al Milán o Bokšic´ a la Lazio.
Cuando Bernès tiró de la manta se descubrieron todo tipo de irregularidades.
Como el pago al colegiado austriaco Helmut Kohl que dirigió el AEK-Olympique de la copa de Europa de 1993.
No pudo ser juzgado al fallecer de cáncer poco antes del juicio.
También admitió la compra de los partidos de cuartos y semis frente a Brujas y Spartak de Moscú por una cuantía cercana a 100 millones de las antiguas pesetas.
De forma sistemática el Olympique de Marsella admitió haber comprado a los árbitros en partidos clave contra rivales directos como el PSG.
El PSG habría sido uno de los más perjudicados en esta etapa, incluso se admitió haber inyectado Haldol, un anestésico, en sus bebidas para adormecer a sus jugadores.
Aunque el PSG no habría sido el único perjudicado en esos 5 años de reinado de Tapie.
Arsene Wenger, entonces entrenador del Mónaco, perdió dos ligas en situaciones un tantos sospechosas.
El propio Wenger siempre dijo que habían sido robados, aunque admitió no poder demostrarlo.
Para completar el póker de irregularidades, compra de árbitros, rivales o drogar a estos, apareció el dopaje.
Varios jugadores, como Desailly, admitieron haber recibido sustancias dopantes durante esa etapa.
Jean-Jacques Eydelie fue más concreto y declaró que toda la plantilla, salvo Rudi Völler que se negó, habría jugado dopada la final de Copa de Europa frente al Milan.