La situación internacional afecta a todos los aspectos de la sociedad y el fútbol no iba a ser menos.
En estos tiempos difíciles casi siempre se convierte en una vía de escape para la gente en situación difícil, un bálsamo para curar las penas en los peores momentos.
En un clima de tensión internacional el activista bosnio Gavrilo Princip mató en un atentado al Archiduque del imperio Austrohungaro Francisco Fernando y a su mujer.
Esto fue la gota que colmó el vaso y rápidamente las potencias europeas tomaron posiciones junto a sus aliados.
Fútbol: La mejor medicina
De un lado las potencias centrales, el l imperio Austrohungaro, el imperio Alemanán y el imperio Otomano se enfrentaron a la triple entente, compuesta por Rusia, Reino Unido y Francia.
Al estallar el conflicto, muchos ciudadanos de estos estados se encontraban en territorios enemigos.
Estos ciudadanos se consideraban enemigos en dichos territorios y había que buscar una solución.
En primer lugar se planteó un intercambio, pero esto no fructificó.
En la mayoría de los países la solución fue la reclusión de estos ciudadanos en campos de concentración.
Para ponernos en situación de las cantidades, había unos 10.000 británicos en territorio alemán.
Uno de los principales campos de concentración en Alemania fue Ruhleben, cerca de Berlín.
Ante la falta de un lugar apropiado para esto hubo que improvisar.
En este caso se trataba de un hipódromo, donde se reformaron las cuadras convirtiéndolas en barracones para dar cabida a unos 4000 reclusos, en su mayoría británicos.
¿Reclusión o salvación?
Lo cierto es que aquel campo no era como los campos nazis de la II Guerra Mundial y la vida era relativamente llevadera.
Aunque los internos estaban privados de libertad, las condiciones no eran demasiado duras.
Estando relativamente bien alimentados y tratados.
De hecho, siempre se interpretó como una forma de salvación de muchos de aquellos hombres.
De no haber sido recluidos habrían sido llamados a filas por sus países, perdiendo la vida en muchos casos.
En este caso el campo les privó de libertad, pero a la larga fue un seguro de vida.
Uno de los reclusos que llegó a dicho campo fue Fred Pentdland, en aquel momento seleccionador olímpico alemán.
Junto a él estaban Steve Bloomer, Samuel Wolstenholme, que igual que su compatriota estaba entrenando en Alemania.
Steve Bloomer, conocido como “el ángel destructor”, había sido uno de los jugadores del momento y estaba recién retirado.
Pensad en la popularidad de un Messi o un Beckham de la época.
Además el internacional escocés John Cameron, o los británicos John Brearley y Edwin Dutton.
Este último nacido en Alemania, incluso internacional por Alemania, pero de ascendencia británica.
Con todos esos futbolistas, ex futbolistas o entrenadores la cosa no podía acaban de otra forma.
A los pocos días de estar en el campo, se organizaron y ayudados de unas cuerdas y cal pintaron dos terrenos de juego en el centro del hipódromo.
Inicialmente organizaban partidillos cuasi improvisados, divididos en barracones, nacionalidades o similar, solteros contra casados vamos.
Las autoridades del campo no tardaron en prohibir esta práctica.
Pero la insistencia de los internos fue tal que los alemanes no tuvieron más remedio que claudicar.
Algunas fuentes dicen que hasta participaron de la fiesta fútbol.
Fue entonces cuando encabezados por los ya comentados fundaron la Asociación de Fútbol de Ruhleben.
A través de esto organizaron liga regular y copa donde los reclusos se organizaban e inscribían en equipos.
Los equipos solían llevar nombre de equipos reales del exterior, había un Oldham Athletic o un Tottenham.
Además entrenaban como auténticos equipos y el nivel competitivo era altísimo.
También había torneos de selecciones o incluso de otros deportes como boxeos o cricket, aunque lo eminente era el fútbol.
El nivel era tal que contaba con un buen puñado de internacionales o profesionales de la época.
El evento no era solo para los jugadores, ya que muchos de los que no jugaban asistían como espectadores al espectáculo, llegando a congregar hasta 1000 espectadores.
El seguimiento era tal que los resultados se publicaban en la revista del campo, la In Ruhleben Camp.
En este caso no acabó con ninguna fuga, si no con el fin del conflicto en 1918, cuando todos volvieron a la vida real.
La mayoría de ellos incluso tuvieron fructíferas carreras futbolísticas.