Nació en Finisterre (A Coruña) en 1919 en el seno de un familia humilde, que tomó prestado el nombre de la villa para su apellido. En plena adolescencia se mudó a Madrid, donde León Felipe le insufló el amor por la poesía.
Fue herido de gravedad en un bombardeo sobre Madrid durante la Guerra Civil Española, quedando bajo los escombros tras la explosión. Todavía convaleciente fue trasladado a un hospital de Valencia primero y seguidamente a Barcelona, allí se le encendió la bombilla e inventó el futbolín.
Aventura tras aventura
Rodeado de otros niños heridos también heridos fruto de la contienda bélica pensó ¿por qué no va a haber fútbol de mesa a imagen y semejanza del tenis de mesa?
Con la ayuda de un carpintero construyeron el primer futbolín y en enero de 1937 lo patentaron en Barcelona, aunque no pudieron producirlo en masa, ya que, las fábricas de juguetes en aquel momento estaban reconvertidas al sector armamentístico.
Tuvo que exiliarse a Francia y allí se enteró de que un compañero de vivencias en el hospital había patentado su invento, el futbolín ya no era suyo. Aun así logró un importante montante en concepto de derechos que le sirvió para viajar a Ecuador y retomar su labor como poeta.
A comienzos de la década de 1950 se mudó a Guatemala desde donde trató de expandir su invento por toda América. Allí coincidió con el mismísimo Che Guevara, con el que jugó un buen puñado de partidas al “futillo”, como es conocido por aquellas latitudes el futbolín.
El verdadero padre del futbolín
Secuestrado en tierras guatemaltecas por el régimen franquista a mediados de 1956, durante el vuelo en el que era deportado a Madrid, Finisterre simuló tener una bomba enrollando una pastilla de jabón en papel de aluminio y, así logró ser liberado en Panamá. Protagonizando el primer secuestro documentado de un avión.
Fue albacea de la herencia de su gran amigo León Felipe, miembro de la Real Academia Gallega y vio como a su regreso a España durante la transición su invento se había convertido en todo un fenómeno de masas.
Falleció en febrero de 2007 y sus cenizas fueron esparcidas por el río Duero y el Océano Atlántico. Como legado dejó una vida de película y su gran invento, el futbolín, ese juego que continúa apasionando a millones de personas.
Tiene una calle en su Finisterre natal y entre sus más de cincuenta inventos destacan un pasa hojas mecánico para pianistas y el famoso juego “Hundir la flota”, del que perdió la patente en la década de 1960.
Aunque Finisterre es el verdadero padre del futbolín, a lo largo de la historia otras personas se han atribuido su invención, como el inglés Harold Searler Thornton, que en la década de 1920 patentó el fútbol de mesa; el francés Lucien Rosengart o los alemanes Broto Wachter y Fritz Möhring.