De existir hoy en día, serían carnaza para los medios de comunicación. Antes simplemente eran meras herramientas para desconcentrar al contrario.
La historia de hoy es de unas tantas anécdotas que forman parte de la historia de una rivalidad. Atlético de Madrid y Real Madrid de finales de los 80 y principios de los 90.

Entre dos equipos de la misma ciudad siempre hay rivalidad, pero esta era mucho más, iba in crescendo desde el aficionado de a pie, hasta las directivas, comandadas por Gil y Mendoza respectivamente.
Dirigentes que precisamente no se puede decir que hicieran mucho por calmar las aguas, si no que más bien avivaban las llamas de esos enfrentamientos.

Evidentemente, como en la mayoría de los casos, las mejores anécdotas nos las dejan los jugadores y hoy vamos a recordar una entre dos de los más ilustres.
Paco Buyo, era un portero de esos de reflejos, de los que se les suele caer el larguero en la cabeza. Gran amante de la palomita y poco amigo de las incursiones fuera de sus dominios.
Había recalado en el club blanco en el 86 procedente del Sevilla, donde había militado 6 temporadas.

Dos gallos en el mismo corral
Futre tenía una foto de Paco Buyo en el baño que miraba todas las mañanas para motivarse, sencillamente se odiaban.
Tras su paso por el Oporto, había llegado en 1987 como promesa electoral del entonces presidente electo Jesús Gil, presumía abiertamente de su antimadridismo, del que se había contagiado solo una semana después de aterrizar en Madrid.
Esto le reportaba el favor de la afición colchonera y un puesto muy alto entre la lista de más odiados en Chamartín.
En lo futbolístico, destacaba por su talento, buena conducción de balón, grandes dotes representativas y carácter, mucho carácter.
No me quiero detener mucho en el formidable extremo portugués, del que prometo publicar su propia historia.

En la jornada 14 de la 88-89 se enfrentaba Real Madrid y Atlético, en lo que decía Di Stéfano era el partido de la temporada. No contra el Barcelona.
Ese día Michel aun llevaba el número 5 y Jesús Gil apareció en el palco con una chaqueta roja, más típica de empresario de la noche que de presidente de un club de fútbol.
Ese día el Madrid se adelantó muy pronto con gol de Julio Llorente, al rato Tendillo fue expulsado por una patada por detrás a Futre, que rompió el cuello de la camiseta de Buyo de un agarrón. Era una batalla campal.

Hay un amigo en mi
En un balón en profundidad, hacia el córner, esta vez el portero gallego si salió raudo y llegó al balón antes que el ariete luso.
Todo el mundo esperaba un despeje rápido y sencillo, pero no señores lectores, eso podría haber sido si no fuese “su gran amigo” Futre el que buscaba el balón, siendo así, decidió salir conduciendo.
Futre le mete la pierna intentando robar el balón y ambos saltan por los aires como en una explosión, más típica del cine de acción o mejor dicho de ciencia ficción.
El de Betanzos rueda haciendo croquetas como si estuviera al borde de la muerte, pero premeditadamente se va acercando al atacante portugués que también estaba tendido.
Entre croquetas, insultos y dudosas agresiones, llega Orejuela que recrimina algo a Buyo. Este se revuelve como si hubiera recibido un disparo.
Dicha actuación fue premiada por el árbitro con un Óscar en forma de tarjeta roja al pardillo de Orejuela que no se lo podía creer.

Buyo, que siempre negó la simulación, tuvo que presentarse ante el comité, que entró de oficio y a pesar de sus negativas, le sancionó con tres partidos.
Aquella Liga la acabaría ganando el Real Madrid, igual que la Copa, hecho que despertaría más sed de venganza si cabe a orillas del Manzanares. Esa venganza no tardaría mucho en llegar y la contaremos más adelante.
Lo que si cambió con el tiempo fue la enemistad entre ambos protagonistas, dejándonos muchos enfrentamientos posteriores.
Actualmente tienen una buena relación y recuerdan en los medios «sus guerras» sobre el césped.
