Oriundo de Ciudad de México, en el año 1976, con 18 años, comienza su carrera futbolística en el modesto Pumas mexicano. Esa misma temporada se alzarían con la primera Liga en la historia del club.
Permanecería en México 5 campañas donde anotaría un total de 104 goles. Había llegado la hora de cruzar el charco.
Durante toda su carrera destacó como gran goleador. Si hubiera que catalogarle, diríamos que era uno de esos delanteros “pillos». Inteligente y oportunista siempre estaba en el lugar adecuado en el momento exacto. Un cazador furtivo capaz de sacar petróleo de las acciones más inesperadas.
El verano de 1981 firmaba por un club mítico de la Liga, el Atlético de Madrid. Tardaría algunos meses en conseguir su primer gol. Fue en noviembre de ese año frente al Hércules, eso sí, dando la victoria a los colchoneros por 1-0.
Cada gol que marcaba lo celebraba con una acrobática voltereta, lo que empezó como pequeño homenaje a su hermana, gimnasta olímpica en Montreal, se convertiría a base de goles en su celebración por excelencia, su sello personal.
Cuando yo era niño, solo quería que marcara Hugo, para poder verle hacer aquella acrobacia.
El niño de oro
Esa temporada, por si alguien tenía dudas, volvió a presentar sus credenciales, y como siempre en forma de goles. Su club alcanzó el subcampeonato de Liga tras la Real Sociedad.
Aquí comienzan los años dorados del fútbol vasco, de los que ya hablaremos en otra ocasión. Su consolidación como estrella no llegó hasta la temporada 84-85 donde consiguió el trofeo Pichichi y la Copa del Rey enfrentándose en la final al Athletic Club.
Una vez más su equipo quedó subcampeón de Liga, esta vez tras el Barcelona. Antes de finalizar esa campaña declaró a la prensa su intención de marcharse al Real Madrid.
Así se ganó en el Calderón su fama de pesetero.
En el campo muchos de sus habituales aplausos se tornaron silbidos. En una ocasión Luis Aragonés lo sustituyó y “El Manito” se besó el escudo.
Mientras en Chamartín cantaban “Uli Si, Hugo no” haciendo referencia a la continuidad de Stielike y oponiéndose al fichaje del mexicano.
Sus vecinos, en horas bajas, habían terminado en 5º posición, incluso el mítico Amancio había sido destituido como entrenador en la jornada 33.
Ese verano la cosa iba a cambiar mucho en Chamartín. Ramón Mendoza llegaba a la presidencia merengue con dos objetivos claros, el delantero colchonero y Rafa Gordillo.
Herida en el corazón rojiblanco
Como no podía ser de otra forma hacía falta una treta para su fichaje. En el Manzanares no podían vender libremente a una estrella al vecino y rival histórico.
En junio de 1985 el Pumas pagaba los 200 millones de pesetas al Atlético (además recibía preferencia sobre algunos internacionales mexicanos).
Tres días después «El Manito» firmaba en México su contrato, posaba con la camiseta del eterno rival y declaraba que por dinero se habría ido a Italia o al Barcelona.
Tal vez por todo esto sigan escupiendo y cubriendo de basura su placa a orillas del Metropolitano, que reconoce sus más de 100 partidos con la elástica colchonera.
Aunque hay que reconocer que fue un gran profesional toda su carrera y nunca renegó de su pasado rojiblanco, como demuestra su tuit de felicitación a la familia rojiblanca al mudarse de estadio.
«La Quinta de los Machos»
De blanco vivió los mejores años de su carrera, aunque pocos recuerdan que en su debut marcó y fue expulsado en el campo del Betis. Ese año acabaría siendo campeón de la UEFA y Pichichi por 2ª vez consecutiva.
En el Bernabéu perteneció a una generación que él mismo denominó como “La Quinta de los Machos”, compuesta por José Antonio Camacho, Rafael Gordillo, Paco Buyo y el propio «Hugol2. Desde luego, sin que ni mucho menos rivalizase en protagonismo a la mítica “Quinta del Buitre”.
Desde la 84-85 hasta la 89-90, ganó el Pichichi todos los años, también 5 Ligas consecutivas. En la 89-90 iguala a Telmo Zarra y su recordados de 38 goles, (hoy parecen pocos), fue Bota de Oro.
Como rematador feroz que era, casi todos ellos fueron al primer toque, unos de oportunista, otros de extrema dificultad y muchos auténticos golazos sólo la altura de los grandes jugadores.
Competitivo sin límites
Se dice que era odioso jugar contra él. Siempre competitivo. Retaba a contrarios, pisaba, e intentaba cualquier cosa que pusiera nervioso al rival.
Digna de recordar es la anécdota con Ezaki Badou, portero marroquí del Mallorca, conocido como “Las Manos de Alá”y guardameta menos goleado en aquel momento.
Además es uno de los pocos metas que puede presumir de haber parado un penalti al cañonero Ronald Koeman.
En aquella ocasión Hugo le repitió una y otra vez a Ezaki, “saca morito, saca” y este le respondía “ya voy indio”. El mexicano sería expulsado ese día.
Es curioso que Ezaki, al año siguiente, redujera a un aficionado que había saltado al campo para agredir al delantero mexicano. Cero rencores.
Para la temporada 92-93 se marchó al América de México tras no haber jugado apenas la temporada anterior debido a las lesiones.
Volvería a la Liga y a Madrid, pero esta vez al Rayo, con quien no consiguió la permanencia a pesar de sus 16 goles.
Con su selección logró la Copa Concacaf del 1977 y un subcampeonato en el 93. En los mundiales nunca pasó de cuartos, seguramente por el escaso potencial de su equipo, aunque hay que reconocerles que disputaron 3 fases finales consecutivas del torneo. En Copa América consiguió un bronce.
Se retiraría en el Atlético Celaya, junto a Butragueño y Michel. Su carrera como entrenador es mucho menos gloriosa. A día de hoy sigue siendo el cuarto máximo goleador de la Liga.
He elegido este gol al Logroñés por ser unos de los más espectaculares de su carrera, por no decir el más…
3 comentarios
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