El balón corre poco. No se ven filigranas. Esta batalla conocida como Royal Shrovetide Football es un barullo constante con el objetivo de llevar el balón a la meta contraria. Dos molinos separados por 5 kilómetros de distancia.
La localidad de Ashbourne acoge este curioso evento desde 1667, entre el martes de carnaval y el miércoles de ceniza, aunque los hay que datan este encuentro miles de años atrás

En esos días se dividen las dos partes de 8 horas cada una que dura este partido. Los contendientes además de luchar por la victoria aprovechan para cobrase viejas rencillas. Eso sí a las 10 de la noche todos a casa. Está prohibido jugar a partir de esa hora.
Se suceden las fracturas de costilla, roturas de tobillo y otras lesiones, pero para ellos reina el “fair-play”.
Esta pequeña población del condado de Derbyshire está habitada por apenas 8.000 personas que se dividen en dos facciones. Los Up’ards, nacidos al norte del río Henmore y los Down’ards, que ocupan el sur de la localidad.

Pocas reglas
No hay árbitro y se confía en la buena fe de los participantes a la hora de respetar las reglas. Son sencillas, el partido debe arrancar a la 13.55 tras escuchar el “God Save the Queen”.
Se puede jugar el balón tanto con la mano como con el pie, pero no se puede retener durante más de un minuto, ni utilizar cualquier tipo de vehículo para transportarlo.
Durante el juego los únicos lugares que no se pueden pisar son el parque y el cementerio de la localidad. Tampoco se puede matar a un rival para arrebatarle el balón. Todo lo demás está permitido.

La pelota del Royal Shrovetide Football está rellena de corcho para que pueda flotar. Para marcar un gol los del sur la tienen que llevar hasta el molino Clifton y los del norte hasta el molino Sturston.
No basta con hacerla llegar hasta allí. El elegido para marcar el gol, un ciudadano escogido entre las familias de mayor solera en Ashbourne, tiene que impactar la pelota tres veces contra el molino en cuestión.

Una tradición ineludible
Siendo sinceros no es fútbol, tampoco rugby. Es una tradición que se remonta siglos atrás, tan arraigada en Ashbourne como sorprendente para el resto del planeta.
Hay mucha leyenda alrededor del partido más violento del mundo. Se cuenta que en sus orígenes se jugaba con una cabeza humana que se lanzaba a las enaltecidas masas tras una ejecución.
Un incendio del archivo de la localidad en el siglo XIX quemó los documentos que podrían constatar tal hecho.

El goleador es llevado a hombros y entre vítores hasta el pub Green Man. Otra tradición, el tercer tiempo. Los ganadores guardarán la pelota hasta la siguiente edición y tendrán derecho a mofarse de sus rivales hasta entonces.
Este peculiar juego recibió el título de “real” en 1928 cuando el rey Eduardo VIII asistió a ver en directo el Royal Shrovetide Football.
Puede diluviar, hacer frío o nevar, pero el Royal Shrovetide Football es una cita ineludible para los habitantes de Ashbourne. Quizá fuera no se comprenda o parezca excesivamente violento, pero va en su ADN y no piensan renunciar a esta arraigada tradición.
Un comentario
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