Lo que funciona, suele marcar tendencia y servir de inspiración a otros entrenadores en busca de nuevos avances, siempre con el mismo objetivo. Ganar.
Es evidente que el bilardismo tiene como padre y máximo exponente a Carlos Salvador Bilardo, pero es indudable que el abuelo de la criatura a Osvaldo Zubeldia.
Zubeldia jugó en la década de los 50, siendo su actuación más destacada el hat-trick que le hizo a River Plate, pero su repercusión como entrenador fue mayúscula introduciendo un tipo de fútbol nunca visto hasta el momento.
Sus planteamientos requerían de una gran condición física, por lo que introdujo la doble sesión de entrenamiento. Mañana y tarde.
Era concienzudo y metódico, de los que no quiere dejar nada al azar, por ello daba mucha importancia a la cuestión táctica y a las jugadas de estrategia a balón parado.
Entre sus descubrimientos destacan los hoy tan habituales saques de esquina al primer palo para prolongar de cabeza y descolocar la defensa rival o el fuera de juego forzado, que también lleva su firma.
Inventó la figura del mediocentro defensivo, ese corte de jugador que hoy los cursis llaman “stopper”, pero que toda la vida ha sido el mediocentro “pegapalos”.
Sus grandes ideas las plasmó en su obra de 1965 “Táctica y estrategia del fútbol”.
Maquiavelo aplicado al fútbol
Para Zubledia lo único importante era ganar. Todo lo demás, secundario.
Por ello siempre buscó llevar al límite el reglamento para aprovecharlo al milímetro. De ahí que le apodasen «El Zorro».
Su mejor etapa como entrenador fue entre1966 y 1971, cuando entrenó a Estudiantes de la Plata. Los «Pincharrata» pasarorn de tratar de evitar el descenso a levantar títulos.
Es cierto que no lo hizo solo, ya que, encontró una buena camada de jugadores que entendían a la perfección lo que Zubeldía les demandaba
Especialmente, Carlos Salvador Bilardo, el mediocentro era la prolongación del entrenador dentro del campo, lo que se conoció como la voz de mando.
Estudiantes ganó su primer Torneo Metropolitano en 1967, un campeonato donde los grandes gozaban de una hegemonía brutal y, tres copas Libertadores consecutivas entre 1968 y 1970. El primer club en la historia en lograr tal hito.
A lo que hay que sumar la Intercontinental del 1968, protagonizando en esta competición una de las finales más violentas que se recuerdan un año después ante el AC Milan. En 1969 también sumaron la Copa Interamericana. Una auténtica proeza para un club poco acostumbrado a ganar hasta entonces
Era un equipo durísimo, intenso, rocoso, que encarnó la mejor interpretación que se ha hecho de Maquiavelo para el mundo del fútbol. Todo valía para ganar. El fin justificaba los medios.
El equipo más tramposo del mundo
¡Y vaya si lo hacía! Junto al éxito se granjearon una merecida fama de leñeros y tramposos. Sus prácticas iban mucho más allá de frenar a sus rivales a patadas, seña de identidad de cualquier equipo argentino de la época.
Se cuenta que utilizaban alfileres para pinchar a los rivales o les tiraban arena a los ojos como métodos de distracción.
Investigaban sus rivales para recordarles los trapos sucios en pleno partido y se inventaban que habían visto a sus esposas con otros. El propio Bilardo recordó esto en un spot publicitario años después.
Hay una anécdota que define a la perfección el gen ganador de aquel equipo.
Moneda al aire…
En 1967 hicieron una de esas habituales giras europeas y fueron invitados por el Pontevedra CF, entonces en Primera División, al Trofeo Luis Otero, el torneo veraniego del club gallego.
Los «Pincharrata» disputaron la final ante los anfitriones, con resultado de empate a un gol.
Tras la prorroga no consiguieron que se moviera el marcador y llegaron a los penaltis, innovadora fórmula de desempate que se había introducido en el Trofeo Carranza de 1962.
Tras 5 penaltis, nadie consiguió romper las tablas, al materializar 3 penaltis cada equipo.
En lugar de continuar tirando como se haría en la actualidad, era habitual lanzar una moneda al aire y que el azar determinase al campeón.
Estaba en juego el prestigio, pero también una importante suma de dinero, ya que, el premio en metálico ascendía a 100.000 pesetas de la época.
«Cacho» Malbernat era capitán del equipo y representante de Estudiantes en el sorteo, junto al capitán del Pontevedra CF y el colegiado.
Bilardo entró en acción y urdió un plan para poner a la fortuna de su lado.
Dicho y hecho. Antes de que la moneda diese por vencedor a uno de los dos equipos los pícaros argentinos ya se habían lanzado en una melé sobre la moneda entre gritos de júbilo y alborozo.
Lo más sorprendente de todo es que, tanto el colegiado, como los pontevedreses no reaccionaron y se tragaron la treta, asumiendo que la fortuna les había sido esquiva y había sonreído a Estudiantes.
Me río yo de la picaresca española…