Argentina, Bélgica, Hungría y El Salvador encuadraban el Grupo 3 en aquella Copa del Mundo. A priori (y así fue), magiares y salvadoreños estaban condenados a caer eliminados a las primeras de cambio.
Una victoria en la primera jornada a cualquiera de los dos equipos les podía dar ciertas esperanzas de rascar algo ante los “grandes” y poder colarse en la siguiente fase.
En el combinado salvadoreño jugaba uno de los jugadores con mayor talento (y menos profesional) de la historia de este deporte, Jorge “Mágico” González.
De nada sirvió la mayor goleada en un Mundial a los húngaros, ya que, la derrota 4-1 ante la vigente campeona, una Argentina, que contaba con figuras como Maradona o Kempes.
El empate frente a Bélgica, subcampeona de Europa dos años antes, en el tercer encuentro les dejó fuera del torneo a las primeras de cambio.
Por su parte, El Salvador cayó en sus tres enfrentamientos, con un balance de 1 gol a favor y 13 encajados.
Estos guarismos unidos a sus otras tres derrotas y 9 goles encajados en el Mundial 1970, convierten al combinado centroamericano en el peor que ha disputado la Copa del Mundo.
Fútbol en medio del caos
Para comprender mejor la situación en la que llegaba a aquel torneo la selección salvadoreña hay que mencionar que el país centroamericano estaba inmerso desde 1979 en una guerra civil que se extendería durante 12 años.
Debido a la crisis política y económica la Federación de El Salvador apenas envió a 20 futbolistas para la segunda participación mundialista de este país.
Llegaron a España tres días antes del debut, tras un viaje con innumerables escalas, prácticamente sin dormir, ni entrenar y sin apenas referencias (más allá del visionado de un partido) de su primer contrincante.
Por no tener, el día antes del partido ante Hungría no tenían ni balones. Alguien les robó los que daba la organización y tuvieron que pedírselos prestados a sus rivales.
Incluso se llegó a contar que hubo un motín de los jugadores, que optaron por la autogestión, desobedeciendo las órdenes del seleccionador.
La mayor goleada en un Mundial
Nada más comenzar el encuentro el capitán húngaro Nyilasi abría el marcador con un contundente testarazo.
En el 11’ Poloskei sacaba las vergüenzas a la defensa salvadoreña marcando el segundo en una contra fulgurante. 12 minutos después llegó un zurriagazo desde fuera del área de Fazekas subía el tercero al marcador.
3-0 en apenas 23 minutos de juego. En ese momento los salvadoreños bajaron definitivamente los brazos.
En la reanudación más de lo mismo. Un equipo deambulaba por el campo. El otro quería hacer más sangre y, el mayor damnificado era Luis Guevara Mora, que no paraba de ver como entraban balones en su portería.
Toth aprovechó un cúmulo de despropósitos para marcar su gol. En el 54’ Fazekas completó su doblete particular con un disparo ajustado al primer palo.
Aquello era la Casa de Tócame Roque. Prácticamente cada llegada se traducía en gol. En el 56’ saltó al campo Laszlo Kiss, que se iba a convertir en el jugador en anotar el hat-trick más rápido en una Copa del Mundo.
7 minutos le bastaron para marcar tres goles. Del 69’ al 76’. El primer con un disparo raso tras la salida de un córner. El segundo con una vaselina impecable. Y cerró su cuenta anotadora aprovechando un fallo del meta rival.
Entre medias del festival Kiss llegó el tanto de Szentes a puerta vacía puso su granito de arena en la goleada.
Nyilasi, el hombre que inició la mayor goleada en un Mundial, también fue el encargado de cerrarla en el 83’ con otro potente testarazo. 10-1
El gol que unió a un país
Hungría superó en 1982 los 9-0 registrados en el Yugoslavia vs Zaire de 1974 y por sus paisanos de “El Equipo de Oro” en 1954 ante Corea del Sur, estableciendo la que hasta la fecha es la mayor goleada en un Mundial.
Hubo un oasis para los salvadoreños en aquel partido. Fue en el minuto 64, tras sufrir los 5 primeros aguijonazos de los magiares.
Una genial jugada de “Mágico” finaliza en un barullo dentro del área, que Luís Baltazar “Pelé” Zapata aprovecha para marcar el único gol salvadoreño en la historia del torneo.
El delantero lo celebró efusivamente. Sus compañeros le pidieron que rebajara los ánimos para no aumentar el hambre de sus oponentes.
Mientras tanto en El Salvador, pese a la derrota, tenían algo que celebrar. Un estallido de euforia contenida que les alejaba por un instante del dolor en el que se había instalado sus vidas.
La participación de su país en aquella Copa del Mundo era la única vía de escape que tenían a su trágica realidad.
La importancia de la cita y la falta de preparación jugaron un papel fundamental para que “La Selecta” encajase la mayor goleada en un Mundial.
No obstante, sus dos siguientes resultados, pese a cosechar sendas derrotas, sus jugadores sacaron fuerzas de flaqueza para cuajar un papel mucho más digno ante dos potentes rivales. 1-0 frente a Bélgica y 2-0 ante Argentina
Tras el partido ante Hungría en el vestuario salvadoreño no hubo reproches por los groseros errores cometidos. Hubo lágrimas y silencio. La dolorosa derrota sufrida no hizo más que aumentar el dolor de un pueblo afligido por la barbarie.