Como jugador nunca destacó especialmente (aunque se dice que era bastante técnico). Inició su carrera en su Hungría natal, de allí dio el salto al Hakoah Vienna y tras una gira norteamericana se quedó en EE.UU gracias a su origen judío, como la mayor parte de los propietarios de los clubes norteamericanos.
Allí desarrolló la mayor parte de su carrera, hasta colgar las botas en 1932.

Escapando del horror
En 1933 volvió a Europa, donde empezó a entrenar a su ex equipo, el Hakoha Vienna. Fue cambiando de equipo y de país por el viejo continente. Del Twente holandés, pasó al Ujpest húngaro, donde cosechó más éxitos, conquistando Liga y Copa en 1939.
Fue el artífice, o uno de ellos, del 4-2-4, que, aunque ahora nos suene a milonga desfasada, fue toda una revolución en la época. Culpable entre otros éxitos del campeonato del mundo para Brasil de 1958.
Con el inicio de la II Guerra Mundial y gracias a la alianza de Hungría con la Alemania Nazi, todo empezó a complicarse.
Su ascendencia judía le obligó a vivir en la clandestinidad durante algún tiempo, hasta que fue descubierto y recluido en un campo de concentración.

Esta parte de su vida no está clara del todo clara. Unos dicen que su cuñado le escondió, otros que se escapó justo antes de ser deportado a Auschwitz, donde fallecieron su hermano y su padre. El propio Bela de esos años solo dijo: “Dios me ayudó”.
Al acabar la guerra volvió a entrenar, esta vez en el Kispest Honved, propiedad del padre de Ferenc Puskas, que era jugador dl equipo.
Durante un partido Bela Guttmann pretendió cambiar a un defensa y “Cañoncito Pum” no se lo permitió. Guttmann se sentó en el banquillo y leyó una revista hasta que el encuentro finalizó. Entonces presentó su dimisión alegando que había perdido la autoridad en el vestuario.
Trotamundos de los banquillos
Tras este incidente comenzó su carrera en Italia, donde entrenó al Padova y a la Triestina. Los buenos resultados le permitieron dar el salto a un grande, el AC Milan en 1953.

Su Milan contaba con grandes jugadores, como la estrella uruguaya Schiaffino, Cesare Maldini (padre de Paolo) o un tridente sueco en la delantera que marcaría época, Gunnar Gren, Gunnar Nordahl y Nils Liedholm.
Tras conquistar un Scudetto y siendo líder en su segunda temporada fue despedido. Se desconoce el motivo, el solo diría:
Dejando su peculiar carácter aparte, seguramente razón fundamental por la que fue destituido tantas veces., siempre cosechó grandes éxitos deportivos, seguramente también gracias a ese carácter.
Su lista de clubes es interminable, permaneció algún tiempo más en Italia (Vicenza). Volvió al Kispest Honved de los Puskas. Probó suerte en Brasil, llevando al Sao Paulo a ganar el Campeonato Paulista de 1957. Así llegó al Oporto, donde conquistó una Liga (58-59).
De Oporto dio el salto a la capital lusa, para entrenar al Benfica, el equipo más laureado de Portugal y archienemigo de sus ex, los Dragoes.

«Las Águilas» alzan el vuelo
Aquí fue donde el técnico magiar cosechó sus mayores éxitos. Empezó conquistando la Liga (59-60), título que le daba acceso a la Copa de Europa.
Durante la recta final de esa temporada sucedió algo que marcaría su destino, coincidió en una peluquería con un joven mozambiqueño llamado Eusebio, al que decidió dar una oportunidad por recomendación de otro ex jugador.

La Pantera Negra, con solo 18 años se convertiría en la pierda angular de su proyecto, pero no nos vamos a detener en este formidable jugador para no quitarle protagonismo al bueno de Bela Guttmann.
La temporada 60-61 se alzaba con su primera Copa de Europa, derrotando en la final al Barcelona de su paisano Kubala.
Al año siguiente en la 61-62 volvía a levantar el máximo trofeo continental, esta vez frente al todopoderoso Real Madrid, equipo dominador de la época, con estrellas como Puskas o Di Stefano. Perdían 3-2 al descanso y terminaron imponiéndose 3-5.

Esto suponía todo un hito, ya que, el Benfica no era ni mucho menos un club que estuviera en las quinielas para ganar la Copa de Europa.
Más bien era un club modesto o en el mejor de los casos de segundo nivel, por lo que sus dos victorias consecutivas le elevaban a un estatus en el que no había estado nunca.
Bela Guttmann, viendo la repercusión de sus éxitos se reunió con la directiva del Benfica para renovar su contrato.
Evidentemente pidió una mejora significativa de su salario. No solo no fue renovado, si no que fue despedido por desavenencias con la directiva. Fue entonces cuando el iracundo magiar maldijo al Benfica diciendo que no volverían a ganar una final europea.
Otras versiones hablan de que la maldición “tan solo” dura 100 años…

¿La maldición interminable?
A día de hoy continua vigente la maldición, por cierto, el húngaro tampoco volvió a levantar un titulo europeo. Seguramente no hablaríamos de esta anécdota si no se hubiera cumplido.
Guttmann nos dejó en 1981 y fue enterrado en Viena. Lugar de peregrinación para los aficionados del Benfica, donde rezan y depositan flores suplicando a su ex entrenador para que retire su maldición.
En 1990 justo antes de la final de la Copa de Europa, que les enfrentaba al Milan, casualmente en Viena, el propio Eusebio hizo lo propio y visitó a su entrenador en busca del perdón. Ni por esas, el testarudo austro-húngaro no se apiadó de ellos.
Desde aquella final del 62, los lisboetas han perdido todas las que han disputado, y van 9. Las Copas de Europa 63, 65, 68, 88 y 90 (frente a Milan, Inter, Manchester, PSV y Milan de nuevo).
En 1983 la final de la UEFA, frente al Anderlecht y dos finales de su heredera la Europa League en 2013 y 2014.
Los juveniles del SL Benfica también acumulan tres subcampeonatos de la UEFA Youth League.
En Lisboa han intentado de todo, incluida una estatua suya en el Estadio Da Luz conmemorando el 110º aniversario del club… pero ni por esas.
¿Terminará algún día la maldición e Bela Guttmann?

2 comentarios
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