Ya sea por las gestiones gubernamentales, la falta de previsión o porque este es un problema que supera a la raza humana, los cimientos de nuestra sociedad se están tambaleando.
El fútbol (siendo un tema completamente secundario) también se ha visto afectado. Se está hablando de ERTE’s, fijar cantidades máximas para los traspasos y que (todos) los clubes cumplan el tan manido fair play financiero.
En todo lo malo hay algo bueno. El único aspecto positivo del coronavirus y el obligado confinamiento que ha provocado es que se está reduciendo la contaminación que asfixiaba a nuestras ciudades.
Un mundo cambiante
No es menos cierto que en lo que a nosotros nos atañe en este artículo, el mundo del fútbol, tendrá que cambiar de base. No todo está perdido. Siempre hay esperanza.
A mediados de marzo se paralizaron las competiciones nacionales por todo el Viejo Continente, después vino la cancelación de las competiciones internacionales, la Eurocopa y la Copa América que se iban a disputar el próximo verano.
Desde ese preciso instante se abría el debate de cómo terminar la presente temporada. Unos abogan por disputarla hasta el final, otros por paralizarla y arrancar cuando la pandemia haya pasado.
Se habla incluso de que si se reanudan las competiciones en los próximos 18 meses se tendrá que jugar a puerta cerrada.
Todos escenarios posibles e irrelevantes hasta que se haya resuelto lo verdaderamente importante: la crisis sanitaria que asola el mundo.
Si algo se ha criticado a los Gobiernos es en pensar en las medidas económicas antes que en la salud. Ya sabéis, cuáles son las prioridades del capitalismo…
Sin miedo a la epidemia
Viene a colación una situación que se produjo en la Liga española durante el invierno de 1974 y de la que informaba El País.
El 29 de diciembre de 1974 se disputaba la decimocuarta jornada del campeonato liguero. El Real Madrid llegaba como líder con cuatro puntos de ventaja sobre el segundo, mientras que el Athletic Club se encontraba un punto por encima del descenso.
La siempre difícil visita de los blancos a San Mamés era un encuentro de muchas necesidades, pero más había en juego en otro ámbito. La vida.
Días antes de la disputa del encuentro la prensa bilbaína tituló:
Un importante número de vizcaínos habían sido ingresados en hospitales aquejados de una fuerte gripe y a otros con síntomas más leves les recomendaron guardar reposo en sus domicilios. Exactamente igual que con el dichoso coronavirus.
Estas informaciones no evitaron que 45.000 personas abarrotaran La Catedral para asistir al “Viejo Clásico”.
El Athletic, dirigido por el histórico Rafa Iriondo, tomó un poquito de aire con una victoria por la mínima ante un líder que perdió su condición de invicto aquella temporada.
El gol fue obra Carlos Ruiz, que terminaría aquella campaña como Pichichi. El Athletic se salvó y el Real Madrid terminó campeón con 12 puntos de ventaja sobre su inmediato perseguidor, el Real Zaragoza.
Paralizados ante la tragedia
Lo importante de esta historia no es quién ganó. Ni quién fue pichichi. Ni el campeón de Liga.
Dos días después en una Nochevieja marcada por la tragedia en Bilbao, el diario La Gaceta del Norte, reflejó que en dos semanas habían fallecido 420 personas víctimas de la gripe. Nadie recordaba semejante tragedia en El Botxo.
Aquella epidemia de gripe durante el invierno de 1974 no paró el fútbol. San Mamés se llenó y las cifras de fallecidos se dispararon por todo el país.
Las medidas de prevención fueron inexistentes y la información que transmitía una dictadura franquista que daba sus últimos coletazos brillaba por su ausencia.
Que la disputa del encuentro ayudase a propagar el virus y de quién fue la responsabilidad de la tragedia no es algo que nos corresponda juzgar a nosotros.
Eran otros tiempos, pero las similitudes entre aquella gripe y la crisis del coronavirus asustan.