Recordado siempre y puesto como ejemplo superlativo de fútbol vistoso introdujo un novedoso sistema táctico para dar cabida a sus «cinco dieces».
Mario Zagallo tuvo que inventar algo parecido a un 4-2-4 para conseguir juntar a todos los cracks sobre el campo.
Brasil arrasó a Italia en la final imponiéndose 4-1. El gol de Carlos Alberto, el lateral derecho y capitán del aquel equipo cerró la goleada.
El tanto llegó en el minuto 86 y fue una oda al fútbol. Un ejemplo para enseñar en las escuelas de juego colectivo y calidad individual.
Tostao recuperó la pelota en campo propio y cedió a Piazza, que tras una serie de pases con Pelé y Gerson se la cedieron a Clodoaldo que rompió la línea de presión italiana con una una exhibición de regates y fintas.
Abrió el jugo a la banda derecha, donde Rivelino combinó con Jairzinho y este la cedió en la frontal para Pelé, que la controlño y puso la pausa esperando la llegada de Carlos Alberto.
El lateral se incorporó como una exhalación para finalizando aquella genial jugada con un zapatazo cruzado.
Una sinfonía maravillosa de una orquesta coral en la que nadie desentonaba.