En su primera temporada como futbolista del Real Madrid y rebautizado como “El Gordito” por su evidente aumento de peso, logró reinventar su forma de jugar para ser incluso más efectivo que antaño, anotando la friolera de 30 goles en 44 partidos.
Desde su espectacular estreno con doblete incluido al Deportivo Alavés en apenas unos minutos, Ronaldo no cesó de marcar, pero lo de aquella tarde primaveral en Manchester fue harina de otro costal.
El gol en la sangre
El azar quiso que los blancos, vigentes campeones de la Copa de Europa, se midiesen en cuartos de final al Manchester United, lugar en el que aún jugaba el siguiente objeto de deseo de “Los Galácticos”, el futbolista más popular de la tierra, David Beckham.
En la ida se impusieron los merengues 3-1 en el Santiago Bernabéu. Quince días después “El Teatro de los Sueños” soñaba con la remontada de los suyos, pero se toparon con “El Fenómeno” en estado de gracia.
El choque terminó 4-3, pero los visitantes se adelantaron hasta en tres ocasiones gracias al hat trick de Ronaldo, que al ser sustituido en el minuto 67 se llevó una sincera ovación en reconocimiento a su soberbia actuación.
Corría el minuto 12 cuando Guti filtró un balón en profundidad, Ronaldo la dejó correr y enganchó un derechazo que se coló junto al primer poste.
Los locales igualaron poco antes del descanso y en la reanudación el delantero carioca culminó a puerta vacía una excelente jugada orquestada entre Zidane y Roberto Carlos.
En la siguiente jugada volvieron a empatar los “Red Devils” y en el 59’ Ronaldo cerró su triplete con un colosal disparo desde fuera del área ante el que nada pudo hacer Barthez. Ocho minutos después Ronaldo salió ovacionado de un Old Trafford en pie.
Beckham saltó al césped en la segunda mitad y marcó de tiro libre los goles que dieron una estéril victoria a su equipo. Ese mismo verano cambió el rojo por el blanco y el “7” por el “23”.