Todos los milagros suelen tener un santo, y este no iba a ser menos. El PSV Eindhoven, al que podríamos considerar el segundo equipo de los Países Bajos, vivía una crisis institucional a mediados/finales de los 80.
Se iba a cumplir una década desde que levantara su último título. Tras el doblete de 1978, Liga y Copa de la UEFA. Hasta ese momento había sido un habitual en los campeonatos de su país, pero vivía una crisis institucional y se encontraba en su particular travesía por el desierto.
Hay que decir que esto tiene una gran relación con el momento tan dulce que vivían sus vecinos de Ámsterdam, el Ajax.
En 1983 se hace cargo del equipo Jan Reker, con el ganarían la Eredivisie de la 85-86, pero lo realmente importante es que Reker, se llevo consigo a sus asistentes del De Graafschap, entre ellos un joven ex jugador llamado Guus Hiddink.
Buscando un hueco entre los grandes
Tras ganar esa Liga (1986-1987) y contra todo pronóstico Reker deja el club y se hace cargo de los “Boeren” Hans Kraay, que mantiene en su equipo a Hiddink.
En marzo del ’87, son derrotados por el modesto FC Den Bosch, en octavos de la Copa y Kraay es destituido tras 13 partidos, haciéndose cargo del equipo el joven e inexperto asistente Guus Hiddink. Este año fichan a la estrella del Feyenoord, Ruud Gullit, pilar fundamental en el equipo.
En un momento en el que el fútbol total holandés de Rinus Michels había puesto de moda el sistema 3-4-3, él se decantaría por un sistema más sólido, el 4-4-2.
Finalmente volverían a ganar la Liga, consiguiendo plaza para la Copa de Europa de la temporada 87-88.
Aquella sería una temporada peculiar en Europa; Gullit había forzado su salida rumbo al potentísimo AC Milán, en el que sería el fichaje más caro de la época.
En plena reconversión hasta convertirse en el club más temido de la época, aquella temporada no disputaría la Copa de la UEFA. Como campeón de Italia competiría el Nápoles de un tal Diego Armando Maradona.
Otro de los grandes en horas bajas, al menos a nivel continental era el Real Madrid. Si bien es cierto que había conseguido dos UEFAS seguidas, 84-85 y 85-86, habían pasado más de dos décadas desde su última Copa de Europa.
A pesar de contar con un muy buen equipo, se le resistía el ansiado trofeo. Para la conocida como “Quinta del Buitre” de los Michel, Martín Vázquez, Sanchís o Butragueño entre otros, ésta era una prioridad absoluta. En España era el claro dominador.
La revolución de «Los Granjeros»
Por otra parte, los otrora fortísimos equipos ingleses, que habían dominado la competición durante los últimos años, estaban fuera de las competiciones europeas, y por tanto en declive, tras la catástrofe de Heysel.
En primera ronda se cruzaron ese temido Nápoles y el Real Madrid. El Madrid pasó la eliminatoria contra todo pronóstico. Este partido ya lo rememoramos anteriormente, con el antológico caño de Chendo a Maradona incluido.
El PSV Eindhoevn se enfrentó al Galatasaray turco, al que venció, para después enfrentarse al modesto Rapid de Viena en octavos de final, venció los dos partidos, 2-1 y 2-0.
Pasaba con solvencia, aunque si bien es cierto, que contra rivales menores. Esta sería su última victoria en esa Copa de Europa.
El Real Madrid, gran favorito al título en todas las quinielas, sobre todo por la ausencia del Milan, se cruzaba en octavos con el vigente campeón el conocido en España como Oporto, aunque realmente debiera decirse Porto. Venciendo los dos encuentros por 2 goles a 1.
En los cuartos de final les esperaba el Bayern de Múnich de Lothar Matthäus. Otro coco. Los «vikingos» hicieron bueno su 2-3 en Baviera, al vencer 2-0 en el Santiago Bernabéu.
Después de tanto sufrir frente a rivales de entidad, cada día que pasaba se sentían más campeones que nunca, confirmando su favoritismo.
El PSV se enfrentó en cuartos de final al Girondins de Burdeos, otro rival sin demasiada entidad. Los rojiblancos lograron empatar a un gol en Burdeos, y mantener su portería a 0 en Eindhoven, logrando el pase por el valor de los goles fuera de casa.
Contra todo pronóstico
Una vez más lograban pasar la eliminatoria con más pena que gloria, pero con un mérito descomunal para un equipo de esa entidad. No olvidemos que no eran nadie en Europa, con todos mis respetos.
Las semifinales depararon, esta vez sí, un rival de mayor entidad, el más temido de todos, el Real Madrid. Todo parecía que hubiera acabado para los de Guus Hiddink.
El partido de ida en el Santiago Bernabéu se presentaba con ambiente festivo para los locales. La afición estaban más que confiada, se puede decir que eufórica ante la más que posible final.
En el minuto 4 Van Breukelen se lleva por delante al mexicano Hugo Sánchez y el colegiado pita penalti. Hugo convierte la pena máxima y adelanta a los favoritos, que prácticamente tocan la final con los dedos.
Poco duró la alegría en la «casa blanca». A base de pundonor y con la inestimable ayuda de Paco Buyo los holandeses ponían el empate en el marcador. Resultado que se mantendría hasta el final del encuentro, en parte gracias a Van Breukelen, que cuajó una gran actuación. Para muchos fue el peor partido de la temporada del club blanco.
La vuelta, con la euforia blanca bastante más contenida, a pesar de seguir siendo favoritos, se disputaba en el Philips Stadium.
El partido fue planteado a la defensiva por Guus Hiddink, mientras que los merengues sabían que debían marcar al menos un gol y jugaron desde el inicio al ataque.
Evidentemente los nervios estaban a flor de piel en ambos conjuntos, pero se esperaba mayor “cuajo” por parte del conjunto blanco, mucho más bregado en estas eliminatorias.
Hubo varias ocasiones para cada equipo, destacando un balón a las nubes de Butragueño en el minuto 10. Los «granjeros» contaron también con un par de ocasiones claras. Un palo y un balón que sorprendentemente acabó fuera.
La recta final del partido fue un asedio constante por parte del Real Madrid, con chilena incluida del «manito».
El héroe del partido sería de nuevo el guardameta Van Breukelen, con una notable aportación defensiva de sus compañeros.
Reyes del empate. Reyes de Europa
Contra todo pronóstico y ante un rival de tal entidad los holandeses se plantaban en la final de Stuttgart tras su cuatro empates consecutivos. No conocían la victoria en la competición, desde el 4 de noviembre del año anterior. Tampoco la derrota desde a primera eliminatoria.
Los Boeren (granjeros) se proclamaban poco antes de la final campeones de la Eredivisie y de la Copa de Holanda
Para no perder la costumbre el partido acabó en tablas. La prorroga también, dando paso a los penaltis.
Tras una agónica tanda, que hacía más héroe si cabe a Van Breukelen y convertía en villano a Veloso, que erró la pena máxima definitiva, los holandeses completaban el mejor año de su historia, poniendo el broche final con la tan añorada, como inesperada, Copa de Europa.
Por primera, y única vez hasta la fecha, su campeón no gana ni un solo partido desde los cuartos de final hasta la final.
Para colmo, aquel verano los oranje ganarían la Eurocopa, la que se recuerda como “El Piano”, por el paralelismo con las 88 teclas de ese instrumento y haciendo un símil musical con una afinada orquesta sinfónica pero que, en lugar de tocar, jugaba al fútbol.
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