Visten distinto al resto de sus compañeros y son los únicos que pueden tocar la pelota con la mano. Si fallan la culpa sobre ellos. Pocas veces se les reconoce el mérito.
Son los que marcan el gol los que se llevan la gloria. No los que los evitan. Su labor es así. Muy ingrata.
Si hay algo de lo que padece un guardameta es de soledad. Siempre a varios metros de sus compañeros, ejercitándose bajo palos para mantenerse en calor si su equipo ataca demasiado y no le toca entrar en juego.
Hugo Gatti, René Higuita…. ¿Cuántos porteros tienen por apodo “El Loco”? Tipos peculiares. Solitario. Con una mentalidad férrea para mirar cara a cara al fracaso.
Hoy os vamos hablar de la soledad del guardameta llevada a la máxima expresión.
Un rival inesperado
Desde los albores del campeonato inglés es tradición aglutinar varias jornadas en las fechas navideñas. Las familias acuden en masa a los estadios durante el Boxing Day. Pues bien la historia que hoy os contamos sucedió el día de Navidad de 1937.
Un año antes el Charlton Athletic había ascendido a la First Division, y, llegaron a la máxima categoría muy motivados. Hicieron la mejor campaña de su historia quedando segundos a 3 puntos del campeón. Un Manchester City que no conocía la existencia de los petrodólares.
La siguiente campaña “Los Petirrojos” seguían codeándose con los grandes. Había pasado media temporada y estaban muy cerca del liderato.
En la jornada 20 visitaban Stamford Bridge y, no sólo tendrían que pelear con su rivales de azul. Había un enemigo mucho más difícil de superar. La climatología. Concretamente esa densa niebla característica de Londres.
El juego era prácticamente imposible de seguir por parte de los aficionados y de practicar por los 22 hombres sobre el terreno de juego. El colegiado tuvo que parar el partido en varias ocasiones a la espera de que mejorase la visibilidad.
La soledad del guardameta
Sam Bartram, el portero del Charlton seguía el juego como podía desde su posición. Su equipo atacaba la mayor parte del tiempo y no tenía mucho trabajo.
Al bueno de Sam algo empezó a intrigarle. Llevaba mucho tiempo sin que nadie pasase por su meta y, ya ni siquiera veía la sombra del resto de jugadores. Él seguía a lo suyo, haciendo ejercicios para no enfriarse.
De repente un hombre uniformado salió de la densa niebla. Era un policía que venía a avisarle. El partido se había suspendido. Sam Bartram llevaba 15 minutos sólo bajo la niebla, como contaría años más tarde en su autobiografía:
La grada estaba vacía y en el vestuario le esperaban las bromas de sus compañeros, que ya se habían cambiado y estaban listos para marcharse del campo.
Solo fue una pequeña anécdota en la carrera del portero más notable de la historia del Charlton Athletic y, el que más veces ha vestido su camiseta. Un total de 623 partidos repartidos en 22 años de fidelidad al club
Sam Bartram formó parte de la plantilla que conquistó el único título de la entidad, la FA Cup de 1947.
Esta historia no es más que la reafirmación exagerada de la soledad del guardameta. El tesón de Sam Bartram le hizo no abandonar el partido, aunque bien es cierto que tampoco sabía que éste había terminado