Nuestro país ha destacado en esta faceta en innumerables ocasiones. Desde el mítico Ricardo Zamora, rara ha sido la época en la que no hemos contado con una buena camada de solventes cancerberos en España.
Normalmente no valoramos este privilegio de nuestro fútbol y para darle la importancia que se merece, vamos a comparar este caso con otro que en el que ocurre justo lo contrario.
A pesar de ser un país de incluso mayor tradición futbolística que el nuestro, Inglaterra no ha dado precisamente muchos buenos porteros.
Nos costará decir más de dos o tres porteros de buen nivel. Así a bote pronto se me ocurren Gordon Banks, el mejor sin duda de los guardametas británicos, Peter Shilton y el longevo David Seaman, este último a años luz de los dos anteriores.
El eterno portero de la selección y del Arsenal fue capaz de lo mejor y de lo peor. Sus últimos años marcados por la irregularidad, son el inicio de una leyenda negra que acompaña a los porteros ingleses como si de una maldición se tratase.
Sus pifias, partido tras partido, alimentan desde hace años esa teoría conspiranoica de la leyenda negra en la portería británica.
Pánico bajo palos
En la lista de cancerberos inseguros, responsables de grandes derrotas o con un extenso historial de pifias, tenemos unos cuantos… Tendríamos al propio Seaman, David James (apodado Calamity James), Paul Robinson, Scott Carson, Joe Hart.
Actualmente parece que Jordan Pickford ha calmado un poco las aguas, aunque no se puede saber por cuanto tiempo.
No puedo evitar recordar aquel intento, o simplemente rumor, de hace algunos años que situaba a Manolo Almunia en la lucha por defender la meta de la selección de los tres leones.
El portero pamplonica desarrolló la mayor parte de su carrera en Inglaterra, desde que Arsène Wenger lo llevase a su Arsenal, donde tras varios años adquirió la nacionalidad inglesa.
No se sabe si el rumor llegó de la calle a los medios o fue una propuesta de la prensa que se fue extendiendo. Lo cierto es que, a pesar de que el portero español declaró que estaría encantado, nunca se materializó.
Ni mucho menos pretendo criticar a Almunia, que ha estado en la élite durante su dilatada carrera, pero durante todos esos años jamás tuvo la más mínima oportunidad de debutar con la selección absoluta española, donde la competencia era feroz.
Nunca entro en las quinielas para defender la meta de uno de los grandes, ni en la Península ni en la Premier. A pesar de que las comparaciones son odiosas, esta anécdota prueba el nivel de los porteros de uno y otro lugar.
Fábrica de cancerberos
Dentro de los guardametas españoles tienen un lugar preminente los porteros vascos. Tradicionalmente Euskadi ha sido cuna de muchos y muy buenos cancerberos.
Viviendo su máxima expresión en la temporada 83-84 donde entre los 20 equipos de Primera División había 15 porteros vascos. Una autentica burrada.
Si ponemos la lupa sobre la Eurocopa de 1980, los tres porteros seleccionados no solo eran vascos, todos ellos se había formado en el modesto Lengokoak (meta que por cierto también defendió Jokin Aperribai, presidente de la Real Sociedad). ¡Flipas!
Por toda esta tradición bajo palos quiero rescatar la historia de un jugador maltratado por el mundo del fútbol. Alguien a quien no se le reconoce el mérito que realmente tuvo.
Pasó casi toda su carrera profesional, de 1970 a 1989, en el mismo club. La Real Sociedad. Nacido en Donosti en 1954, Luis Miguel Arconada ascendió desde las categorías inferiores al primer equipo en 1974.
Tuvo unos inicios complicados, ya que, Artola y Urruti, dos de los mejores guardametas de la época (que raro ¿porteros vascos buenos?) le cortaron la proyección.
En el verano del 75, Artola fichó por el FC Barcelona. Lo que le convirtió a Arconada en el meta suplente, del club txuri-urdin y en pocos meses se hizo con la portería, acabando la temporada como titular. Desde entonces no la perdería hasta el día de su retirada.
Cierto es que una grave lesión la primera jornada de la 85-86 le dejo toda la temporada en el dique seco, pero la notable actuación del portero suplente, también vasco, Elduayen propició su fichaje por el Atlético de Madrid, lo que no puso en riesgo su titularidad a su vuelta.
Icono txuri-urdin
Formó parte, algunos dicen que lideró, tanto por calidad como por carácter, la generación más gloriosa de jugadores donostiarras; la de los Jesús Mari Zamora, López Ufarte, Jesús María Satrústegui, Alberto Górriz, Juan Antonio Larrañaga, José Mari Bakero… etc. .
Aquella magnífica generación consiguió dos Ligas (81 y 82) una Copa (87) y la primera Supercopa de España (82). Sin olvidar 3 trofeos Zamora consecutivos ( 80,81 y 82).
Esto refleja el por qué de la famosa frase que cantaba la parroquia txuri-urdin cada vez que sus rivales generaban una ocasión de peligro:
Fue el portero titular de la selección del 77 al 85, jugando dos Eurocopas (80 y 84) y dos Mundiales. En la Eurocopa del 84, tuvo una notable actuación convirtiéndose una y otra vez en artífice del milagro que llevó a la selección a la final.
No olvidemos que esa clasificación ya empieza con un milagro, la epopeya del 12-1 en el España vs Malta, que Arconada se había perdido por lesión.
Sin estrellas, ni en el pecho, ni en la plantilla, aquel combinado se plantó en la final, amparado solo por la “Furia” y un sinfín de actuaciones memorables de su guardameta.
Aquella selección que llegó a la cita tan milagrosamente era la cenicienta del grupo. Primero consiguió eliminar a Alemania en la fase de grupos, una de las pocas que parecía capaz de plantarle cara a la Francia de Platini. Arconada fue un autentico muro aquel día y los alemanes chocaron una y otra vez con aquel excepcional portero.
Contra Dinamarca en semis se llegó a la tanda de penaltis, y otra vez, ahí estaba Arconada, vestido de superhéroe para superar la eliminatoria.
El fatídico error
Cada partido era una exhibición de Arconada, que hizo de la modesta selección española la gran sorpresa del campeonato. La verdad es que jugamos por encima de nuestras posibilidades y él tuvo gran parte de la culpa.
Allí nos esperaba la anfitriona. La Francia de Platini. Vigente Balón de Oro, el primero de sus tres consecutivos. España acabaría perdiendo 2-0 y Platini sería pichichi del torneo.
El resultado sería lo de menos, de hecho hemos olvidado el otro gol. Grabado a fuego en la memoria colectiva quedó aquel error que mandó al paredón (mediático) a nuestra estrella días antes.
Por contribuir un poco más al anecdotario quiero resaltar que ni siquiera las críticas, ni el escarnio público de la prensa le hicieron perder la titularidad.
En otra ocasión fue muy criticado por no vestir las medias correspondientes al llevar la bandera rojigualda, la prensa lo atribuyó a su condición de vasco, aunque se sabe que era muy supersticioso e insistió en jugar, como siempre, con calcetas blancas.
Portaba el brazalete de capitán con los mismos colores. Ya sabéis que aquí somos muy amigos de la crítica fácil incluso de avivar fuegos que no existen.
Otra de sus “manías” fue no cambiar de modelo de camiseta mientras ganase. Una temporada la mantuvo hasta la penúltima jornada de Liga. Todo un personaje.
Vengando al héroe de infancia
Sabiendo que el fútbol rara vez es justo y, con lo sectarios que somos en este país en todas las facetas. Rodeados de filias y fobias, me gusta mucho ver cuando se coloca a alguien en el lugar que merece en la historia.
Sucedió 24 años después de aquella fatídica final en París. Fue en 2008, cuando Andrés Palop subió a recoger la medalla de campeón de las manos de Platini, el ahora condenado, otrora presidente de la UEFA, con la camiseta que el arquero vasco vestía aquel desdichado día.
El curioso caso de “San Palop” también merece mención, ya que, a pesar de ser un gran portero e incluso campeón de la Eurocopa de 2008, se da la paradoja de que nunca debutó con la selección.
A ti Andrés, te doy las gracias por aquel día, por recordar en nombre del fútbol a alguien que injustamente convertimos en villano, al quien debimos recibir y condecorar como lo que fue, un auténtico héroe. De momento tendremos que conformarnos con tu homenaje.
De Arconada, me gustaría que nos quedásemos con lo que fue, con esto: