Aquella final del torneo del KO se disputó en el coliseo blanco. El rival fue el FC Barcelona con el que mantenían una tensa rivalidad. Instalados en al crispación a pocos les sorprendió que el encuentro terminara como el rosario de la aurora.
Las hostilidades comenzaron mucho antes. Concretamente el 24 de septiembre de 1983. Los culés golearon 4-0 a los bilbaínos. En el minuto 59 Andoni Goikoetxea cometió una dura entrada que destrozó el tobillo de Maradona.
La prensa se cebó con el zaguero de Baracaldo, bautizándole como “el carnicero de Bilbao”. Cabe recordar que dos años antes otra entrada suya provocó una grave lesión de rodilla al alemán Bernd Schuster.
La sanción inicial de 18 partidos fue rebajada por el CSD a siete para indignación de la parroquia culé.
Pese a la gravedad de la lesión, “El Pelusa” regresó a los terrenos de juego antes de lo esperado para hacer un doblete en San Mamés. Cosas de la vida.
Los Leones perdieron los dos partidos frente a los culés, pero se llevaron el premio gordo, un apretado título de Liga en la última jornada. Empatados a puntos con el Real Madrid (49) y sólo uno por detrás el equipo azulgrana.
Tan sólo 6 días después ambos conjuntos se veían las caras en el Bernabéu con otro título en juego. Un partido que fue de todo menos bonito.
Tensión a raudales
La Copa era la única opción del equipo entrenado por Menotti para tocar metal ese año, pero a los 14 minutos se vieron contrariados por el tanto de Endika.
La zaga culé defiende mal un córner, el delantero vasco controla con el pecho y bate con la zurda a su paisano Urruti.
Fue todo lo que pasó en el Bernabéu futbolísticamente hablando. El resto del encuentro fue una colección de entradas duras y juego embarullado.
Sin duda el tipo de partido que beneficiaba los intereses del Athletic. El plan de Clemente se cumplió a la perfección. El Barça no pudo trenzar su fútbol y se ahogó en la frustración.
El equipo vizcaíno hizo gala de su aguante repeliendo todas las ofensivas de unos culés que no pudieron batir a Andoni Zubizarreta, que dos años después cambiaría de bando para ser el guardián de la portería del Dream Team.
La falta de eficacia. Las ocasiones falladas. El título perdido. En general, las circunstancias que rodearon la derrota eran imposibles de digerir para los jugadores azulgrana. El final se aventuraba movidito.
Los dos heridos en batalla por Goiko estaban presentes en la final y llegaban muy dolidos, pero en lugar de dar rienda suelta a su imponente torrente futbolístico decidieron decantarse por otro «deporte».
Al alemán, desconectado del encuentro prácticamente desde el inicio, se le pudo ver encararse en más de una ocasión con la hinchada bilbaína que abarrotaba las gradas del Bernabéu.
Un espectáculo dantesco
Antes de que Ángel Franco Martínez (aquel por el que a los colegiados españoles se les conoce por los dos apellidos) pitará el final del encuentro, un rifirrafe en el área bilbaína dio paso a la guerra.
El mundo entero pudo asistir a uno de los espectáculos más bochornosos vistos sobre un terreno de juego. Culés y rojiblancos convirtieron el césped en un improvisado ring de boxeo. Lamentable.
Puñetazos, agarrones, patadas voladoras. Jugadores e incluso fotógrafos, que trataban de sacar la instantánea de sus vidas, terminaron revolcados por el suelo. Todo valía.
La frustración por el resultado, unido al amargo recuerdo de las lesiones sufridas fue la chispa que llevó a los jugadores barcelonistas a iniciar aquel dantesco combate.
Tuvo que ser la policía, encargada de evitar cualquier incidente en la grada, la que retirase del campo a los jugadores. Completamente surrealista.
Aquel fue el último partido de Diego Armando Maradona con la elástica del FC Barcelona. Un espectáculo bochornoso que jamás se tendría que haber visto sobre un terreno de juego.
Pese a que el colegiado no reflejó nada en el acta, el Comité de Competición entró de oficio sancionando a tres miembros por bando: Clos, Migueli, Maradona, De Andrés, Goikoetxea y Sarabia.
No podrían jugar partidos oficiales ni amistoso durante tres meses. La sanción no era aplicable a los encuentros con la Selección
¿En qué quedó todo? Nadie cumplió su pena. Una oportuna amnistía permitió a los futbolistas jugar en la primera jornada de la siguiente temporada.
Lo único positivo que podía sacarse de la Batalla del Bernabéu. Una sanción ejemplar. Fue condonada. Otro error imperdonable ante el inexistente arrepentimiento de los protagonistas.