Hombres como Riquelme, por aquel penalti fallado frente al Arsenal en el partido más importante de la historia del submarino. Cardeñosa, por aquella mítica jugada ante Brasil con el portero ya batido o el “no-gol” de Martín Palermo.
De todos esos “antihéroes” me quedo con la anécdota, que seguramente sea más famosa de nuestro fútbol.
El sueño al alcance de la mano
La temporada 1993-1994 del campeonato liguero llegaba a la última jornada con un inédito Deportivo de la Coruña que mandaba en la clasificación desde la jornada 14.
Aquella mítica plantilla, comandada por Arsenio Iglesias, contaba con Mauro Silva, Bebeto, Voro, Donato, Fran, Nando o López Rekarte. Por cierto, allí lucía melena un tal Paco Jémez.
Tras dos pinchazos consecutivos frente a Lleida y Rayo Vallecano, afrontaban la última jornada con un solo punto de ventaja sobre el Barcelona. Los blaugranas jugaban a esa misma hora en casa frente al Sevilla.
El equipo comenzó el partido con los nervios típicos de una situación excepcional para aquellos chavales.
Con el minuto 90 ya cumplido, todo seguía 0-0 y sin muchas esperanzas de prosperar para los de Riazor.
Cuando parecía que todo estaba perdido, Bebeto recogió un balón en la frontal del área rival, la puso para Nando, que se internó en el área más expectante que con grandes esperanzas de generar una ocasión de peligro, pero así fue.
Por raro que parezca, Serer derribaba a Nando dentro del área y le ponía el título en bandeja a los coruñeses.
El penalti de Djukic
Con todas las miradas, y las esperanzas, puestas en Bebeto, no fue el quien cogió el balón como era de esperar. Aquel talentoso brasileño de pies diminutos (se dice que gastaba un 36) se escondió en el momento más importante de la historia reciente del Depor.
Por el contrario, fue aquel central venido de los Balcanes quien cogió el balón. No se trataba ni mucho menos de un especialista en la materia y se enfrentaba al portero suplente del Valencia, que la jornada anterior había detenido una pena máxima a Iván Rocha, cosa que debió influir psicológicamente en Djukic. No hay que desmerecer cuando alguien se ofrece para estos trámites.
Como dijo Lendoiro entre lágrimas: