Con el paso de los años el fútbol-negocio fue sucumbiendo más y más a la mercantilización, hasta el punto de relegar a un segundo plano la cuestión deportiva y supeditar todo a los aspectos económicos.
Todo en el deporte rey susceptible de ser explotada económicamente. Se exprime hasta la extenuación, haciendo de los clubes auténticos monstruos de generar dinero.
El problema se agudiza cuando el club se convierte en víctima de la megalomanía de sus dirigentes y es devorado por eso que llaman “el mercado”.
Existen infinidad de clubes que desaparecieron asfixiados por una deuda gigantesca a pesar de contar con una ingente masa social que nada pudo hacer por salvar al club de sus amores. “Esto es el mercado amigo” como dice Rodrigo Rato.
Clubes históricos de la talla del Parma, Glasgow Rangers, Fiorentina o más modestos como el mítico CD Logroñés.
No pretendo ni mucho menos herir sensibilidades, pero la situación actual del Valencia CF recuerda preocupantemente a la vivida por el conjunto che a principios de los 80.
El glorioso Valencia de finales de los 70, con Kempes como máximo exponente, que logró una Copa del Rey (1979) una Recopa (1980) y la Supercopa de Europa (1980) se fue deshilachando poco a poco.
Este estadio es una ruina
Una buena noticia (a priori) como era la asignación de España como país organizador del Mundial 1982, terminó convirtiéndose en un grave problema para los valencianistas
En 1978, la directiva del Valencia, con Jose Ramos Costa (1976-1983) al frente, asumió la reforma del Luís Casanova con el objetivo de modernizarlo y que cumpliese los requisitos de la FIFA.
La importante inversión económica necesaria para este fin sumada a otras deudas agravaron enormemente la ya de por sí delicada situación económica del club.
Valencia sería la sede de la selección española durante la fase de grupo ¿Pero a qué precio?
Aquel gran equipo se había ido desgastando con el paso de los años sin que se renovara la plantilla con jugadores de nivel similar, principal motivo por el que el Valencia fue empeorando sus registros campaña tras campaña.
La deuda del club fue aumentando hasta alcanzar los 1.740 millones de las antiguas pesetas en 1985. Para hacernos una idea de la magnitud del problema, esa misma temporada su presupuesto fue de 669 millones.
Sobre la bocina
El club llevaba varias temporadas instalado en una permanente “economía de guerra”. Austeridad pura y dura. En la 1982-1983 el Valencia coqueteó seriamente con el descenso salvándose milagrosamente en la última jornada.
Gracias a una pírrica victoria ante Real Madrid, que le costó a los blancos un título de Liga que voló a Bilbao.
El gol de Miguel Tendillo, no era suficiente. Además necesitarron de una serie de carambolas para mantener la categoría
A falta una jornada el Valencia era farolillo rojo, pero la suerte le sonrió. El Athletic Club goleó a las Palmas para llevarse la Liga Un desinteresado Real Valladolid venció hundiendo al Celta de Vigo y el Atlético de Madrid con poco o nada en juego ganó al Racing de Santander que no pudo salvarse de la quema.
Sobre la bocina, como aquella salvación, llegó a la presidencia del club Vicente Tormo, al mismo tiempo que algunos supervivientes de la época dorada como Solsona, Felman o Cerveró dejaron la entidad.
Se incorporaron jugadores como los argentinos Iglesias y Urruti, además subir desde el CD Mestalla al primer equipo jóvenes valores como García Pitarch, Fernando Gómez Colomer o Revert.
La 83-84 a pesar del declive físico y deportivo de Kempes, mermado por las lesiones y con una escasa participación, el equipo quedó en duodécimo lugar y al menos no pasó los apuros del año anterior.
La directiva tuvo un enfrentamiento con jóvenes promesas y algunos canteranos del club, como García Pitarch, Quique Sánchez Flores, Fernando Gómez Colomer o Voro. Este último salió rumbo al CD Tenerife. Seguramente la huelga de jugadores profesionales tuvo mucho que ver en aquella disputa.
Cambio de rumbo
A pesar de la venta de Kempes, la gran estrella valencianista, la 1984-1985 fue similar a la campaña anterior y el equipo acabó en novena posición, haciendo creer que los fantasmas del descenso quedaban desterrados definitivamente.
El Valencia había pasado de ser un equipo potente, de los que copan los primeros puestos, a uno con objetivos mucho más humildes, luchando incluso evitar el descenso.
El cambio de paradigma había sido la cuestión económica. Se acabaron los fichajes de postín, los grandes jugadores, el club estaba al borde de la quiebra.
Mario Alberto Kempes es el ejemplo perfecto. En sus años de plenitud fue uno de los mejores jugadores del planeta. Ahora debían contratar futbolistas de perfil mucho más bajo y por lo tanto de menos caché, económicamente hablando.
Durante del verano de 1985 prescindieron del técnico Roberto Gil para poner al frente del equipo a Valdez, un hombre de la casa y con un salario mucho más asequible.
Salieron hombres como García Pitarch, Saura, Palonés o Serrat y llegaron otros como Paco Muñoz Pérez o Manuel Sánchez Torres, que con el rescate de Voro y algunos canteranos completaron la plantilla.
Si algo positivo en aquella época el valencianismo, aunque fuera por necesidad, fueron años en los que el peso de la cantera en el primer equipo aumentó considerablemente. A la fuerza ahorcan que diría aquel.
En caída libre
Nada salió bien en Valencia en la temporada 1985-1986. La mala situación del equipo, que volvía a jugar con fuego, marchaba cuarto por la cola superado el ecuador de temporada y, el contundente 6-0 recibido en Atotxa precipitaron la destitución de Valdez
El nuevo inquilino del banquillo era un viejo conocido de la parroquia che, Alfredo Di Stéfano.
Don Alfredo había dirigido al equipo en un par de ocasiones y podía presumir de haber conseguido su última Liga hasta esa fecha y la ansiada Recopa de Europa en 1980.
Esta vez el Valencia no pudo evitar el descenso. Terminaron terceros por la cola a tan solo un punto de la salvación.
En la penúltima jornada tras perder 3-0 con el FC Barcelona, Cádiz CF y Real Betis empataban a nada, otorgando el punto que daba la salvación a los gaditanos.
El Valencia podía haber descendido mucho antes, pero salvó dos match ball, ya que, de las 8 victorias de la temporada, dos fueron contra Sevilla FC y Hércules CF las dos jornadas anteriores a la de la confirmación del descenso.
Ese 13 de abril de 1986 el conjunto che ponía fin a 55 años consecutivos en Primera División. Volvían a la categoría de plata en la que habían militado por última vez en 1931.
Di Stéfano continuó en el banquillo y aquellos jóvenes terminaron dando un paso al frente y asumiendo los galones que un equipo de su categoría necesitaba. En solo una temporada estaban de vuelta en Primera División, y así hasta nuestros días.
La historia…. ¿Se repite?
Haciendo gala de su condición cíclica a comienzos de siglo el Valencia volvió a copar la zona noble de la clasificación. Ganó dos Ligas, una Copa y una Copa de la UEFA, además de ser finalista de la Copa de Europa dos años consecutivos.
En pleno ataque de megalomanía Juan Bautista Soler, presidente y máximo accionista, promovió la construcción de un “Nuevo Mestalla”.
Una obra faraónica que comenzó en 2007 y que generó una deuda a la entidad de 547 millones de euros.
La idea era financiar la obra con la venta de Mestalla, pero con la crisis del ladrillo el plan se vino abajo ante la imposibilidad de vender el viejo estadio. A día de hoy las obras siguen paradas y no parece que vayan a reanudarse a corto plazo.
¿Os suena verdad? Volvieron los años de austeridad, venta de estrellas, cantera y fichajes modestos.
Tras el intento fallido de comprar el Liverpool en 2010, el magnate Peter Lim adquirió algo más del 70% de las acciones del Valencia en 2014. Parecía la salvación económica del club, llegaba bajo la bandera de la ansiada estabilidad. Nada más lejos de la realidad.
En muchas ocasiones los intereses económicos de Lim chocan con los deportivos, los verdaderamente importantes para la parroquia valencianista.
A expensas de los caprichos del magnate, Mestalla ha vuelto a los peores tiempos del mercadillo persa, donde se vende, incluso se regala a las grandes figuras de la plantilla, en una fuga de talento sin precedentes.
Por no hablar de los continuos cambios de entrenador, a pesar de sus éxitos (caso de Marcelino), simplemente por no estar de acuerdo con la planificación de la plantilla.
Los más veteranos del lugar reviven viejas pesadillas y con el corazón en un puño no pierden de vista el abismo del descenso.