En 1960 llegaba al mundo en Leicester, tan de moda por su historia futbolística reciente, una Premier y un accidente aéreo que costó la vida a su propietario.
A aquel niño le llamaron Gary, y de segundo nombre le colocaron Winston, ya que nació un 30 de noviembre, el mismo día que Winston Churchill.
Su debut con los foxes en la Segunda División británica fue en 1979, temporada en la que consiguieron el ascenso a la actualmente llamada Premier League.
Con el Leicester vivió el drama del descenso y una nueva alegría con otro ascenso. Permaneció allí hasta 1985, cuando sus más de 100 goles le valieron para fichar por el Everton.
Si en aquel momento Inglaterra era el epicentro futbolístico del mundo y el Everton la joya de la corona. Vigente campeón de la Premier, sacando nada menos que 13 puntos al segundo, sus vecinos Reds, subcampeones de Copa, campeón de la Recopa de Europa y campeón de la Community Shield.
Piensa en azul
Por extraño que parezca ahora, el Everton, en la conocida como mejor temporada de su historia, era uno de los grandes de Europa, para muchos compartía trono con sus vecinos del Liverpool, que, por cierto, ese mes de mayo había caído frente a la Juventus en la fatídica final de la Copa de Europa conocida como tragedia de Heysel.
Esto que al parecer no tiene relación con los de Goodison Park, no es del todo cierto, ya que, los toffees culpan amargamente de su escasez de títulos continentales a sus vecinos de Anfield.
Esa catástrofe les costó a los clubes británicos una sanción que les impedía jugar fuera del Reino Unido a los equipos profesionales, casualmente coincidiendo con el mejor momento de su historia.
Recapitulemos. Tenemos un gran delantero inglés, en el mejor momento de su carrera, ficha por el mejor club de la época, pero no podrán jugar competiciones europeas por una sanción.
Para colmo su fichaje fue muy polémico porque provocaba la salida del delantero Andy Gray, goleador del equipo y queridísimo por la parroquia toffee.
En esa temporada 85-86, la única que jugó con los toffees, anotó 39 goles y conquistó la Charity Shield (Actual Community Shield). Fueron subcampeones de Liga por detrás de sus vecinos y archienemigos del Liverpool.
Desembarco culé
En el verano del 86 fichó por el FC Barcelona, dirigido por su compatriota Terry Venables. Con el entrenador británico el Barcelona había logrado la ansiada Liga, que no ganaba desde hacía 13 años y llegaría a la final de la Copa de Europa del 86. Aquella que perdieron en Sevilla contra el Steaua.
Como blaugrana conquistó una Copa del Rey (88) y una Recopa (89) y marcó 52 goles. La temporada 1988-1989 Johan Cruyff, el que fuera leyenda blaugrana como jugador, se hace con el banquillo del club de sus amores.
Esto que aparentemente era una buena noticia para Gary, por la vocación ofensiva del míster holandés, a la postre no lo fue y significó su declive como jugador.
En el esquema de Cruyff, el atacante británico no encontró su sitio, ya que, en lugar de colocarle en su posición natural, en la punta del ataque, le desplazó a la banda para que jugara de extremo.
Nunca se adaptó y su rendimiento bajó considerablemente. Al mismo tiempo siempre era la primera opción para el cambio, por esto llego a decir que intentó robar el 8 de las tablillas del estadio pero que estaban todos los números unidos.
Esto propició su salida del club al finalizar la primera temporada de «El Flaco» en el banquillo del Barça.
Resurrección en los Spurs
Regresó al Reino Unido y vivió una segunda juventud en el Tottenham. Seguramente seducido una vez más por el técnico londinense Terry Venables, que dirigía a los Spurs en aquel momento. Compartió vestuario con el mítico y controvertido Paul Gascoigne, del que ya hablaremos.
Allí anotó 90 goles y ganó una FA Cup (91). Esta fue su última experiencia en Europa, ya que, aceptó una suculenta oferta del fútbol japonés y se marchó al Nagoya Grampus en 1992, donde se retiró en 1994 con un pobre balance de tan solo 8 goles. Los mejores días del ariete inglés ya habían pasado.
En 1984 debutó con la selección de los tres leones. Disputó dos Mundiales, 86 y 90. En el primero de ellos jugó aquel partido del mítico gol de Maradona, en el que los aArgentinos se impusieron a los ingleses gracias a esa genialidad y a la mano de Dios.
Un delantero de talla mundial
Gary Lineker marcó el gol de la honra inglés que no será suficiente. Fue máximo goleador del Mundial de México 86, con 6 goles y condecorado con el Balón de Plata.
En Italia 90, los pross quedarían en 4ª posición, al ser apeados en semifinales por Alemania en la tanda de penaltis. Aquí Gary Lineker conseguiría 4 goles, pero nos dejaría su frase más conocida:
Del mundial de Italia 90 es el video que aparece a continuación, donde Inglaterra se enfrentaba a su vecina Irlanda. Gary Lineker no se encontraba demasiado bien ese día y al realizar un esfuerzo intentando robar un balón sucedió esto:
No me gustaría que lo último que recordásemos de este gran jugador fuera ese desafortunado incidente escatológico;
En el 91 consiguió el Balón de Bronce y sin duda se trata de uno de los mejores delanteros ingleses de todos los tiempos, con 80 partidos internacionales y 48 goles.
Actualmente sigue ligado al mundo del fútbol como comentarista deportivo.